sábado, 13 de agosto de 2011

¡Acérquense que hoy estamos de oferta!


En mis tiempos de misa, rosario y credo, me contaron que esto de quedarse libre de pecado no es tan sencillo como parece.
Me enteré del proceso cuando hice el Camino de Santiago y me hablaron de conseguir la Compostela –que es la certificación de haber cumplido la peregrinación– en la catedral de Santiago. La "Compostela" se concede solo a quien hace la peregrinación con sentido cristiano: devotionis affectu, voti vel pietatis causa (motivada por la devoción, el voto o la piedad). Y además se concede sólo a quien hace la peregrinación hasta la llegar a la Tumba del Apóstol, al menos los 100 últimos kilómetros a pie y a caballo o 200 en bicicleta.
Al conseguir la Compostela, la cual no sé ni dónde la tengo ­–siempre le he tenido poco respeto a los títulos–, me concedieron la indulgencia de los pecados. Es decir, cada vez que me confesé ante de ese día, a pesar de recibir la absolución del sacerdote, parece que no quedé totalmente limpio de pecado sino que había ciertos restos con los cuales iba a tener que joderme un tiempo después de muerto, en el Purgatorio. Pero gracias a la indulgencia, la Iglesia todopoderosa me dejó a cero, como recién bautizado. Esto fue en el 93. Me da a mí que ahora necesitaría un cajón lleno de Compostelas para ponerme al día. O simplemente ir a Madrid para las Jornadas de la Juventud, ya que el Papa va a conceder indulgencia a todos los presentes; es la oferta del verano. Venga a vernos que le purificamos y le damos una mochila llena de regalitos.

Y es que ese mercadeo y disposición de pecados me parece un tanto ridículo. Sobre todo por lo que supone, por jugar con la fe de la gente, con sus miedos. Te quitamos diez pecados pero te queda uno que has de liberar en la última pantalla, pero si pasas por los sitios mágicos, esos pecados desaparecen y ganas vidas. Joder si parece que esto en vez de la realidad es el Super Mario Bross. No quiero herir la sensibilidad de nadie pero, ¿en serio? ¿A nadie le da por cuestionarse estas cosas? ¿Es que nos hemos vuelto tan sumisos, ciegos e intelectualmente vagos que no vemos más allá de nuestras narices? Creer en Dios es una cosa pero creer que unos señores tienen el poder de administrar pecados a su antojo es otra historia. Hasta Rouco se ha montado en el carro y se va a poner a perdonar a las que han abortado, esas mujeres malas, demoníacas y corruptas que si bien deberían ir a la hoguera, les vamos a mostrar la misericordia divina perdonándolas de su asesinato, que las deja fuera de la Iglesia. Las estigmatizamos (desde Eva sufren este estigma ruin y sin sentido), pero a los gobernantes que mandan chavales a la guerra los vemos como buenos dirigentes. Lo que sea por Dios y por la patria. Me pregunto qué haría el Jesucristo que aprendí si pasara unos días en esta locura de mundo que vivimos.

Hoy escribo estas líneas con Serrat de fondo interpretando el poema de Gabriel Celaya, La poesía es un arma cargada de futuro. No tiene desperdicio. Parece que hable de hoy, de lo que pasa, de lo que nos atormenta, ata, somete y de lo que adolecemos.

Yo sigo soñando. Sigo luchando con los versos de cada día y con las ganas de recitarlos.

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