domingo, 7 de agosto de 2011

El arte de la guerra, el negocio de la ayuda


A mediados de los 80, Mohamed Amin filmó la hambruna en Etiopía. Esto nos dejó imágenes escalofriantes de niños con barrigas hinchadas, mujeres con los pechos secos, sosteniendo cuerpos de bebés cadavéricos, mirando al vacío, mientras algunas moscas se posaban sobre sus casi inertes ojos. Y también nos dejó a un grupo de rockeros cantándole a la vida que ellos eran el mundo y los niños (luego, cuando acabaron de grabar la canción volvieron a sus mansiones, a ver las imágenes de los niños famélicos en la televisión). Hasta aquí nada nuevo. Buena gente juntándose por una buena causa. Pero nadie se dio cuenta entonces de que en los 80, precisamente por el auge de los medios de comunicación, gracias al drama etíope, se había inventado un nuevo negocio: la ayuda humanitaria.

Nadie pregunta las preguntas correctas, las necesarias, las preguntas que hacen falta contestar; nadie se pregunta qué es lo que estamos haciendo mal. Porque si en estos 30 años de ayudas humanitarias mediatizadas (la ayuda en general empezó hace más de medio siglo) no hemos cambiado nada, significa que algo de lo que estamos haciendo no funciona. Eso sí, ahora vemos anuncios, carteles, mensajes, todo lo que está en las manos de cientos, miles de agencias de ayuda humanitaria, pidiendo dinero. Apadrina a este niño, ingresa este dinero aquí, hazte socio… pero nos siguen inundando las noticias sobre los niños que se mueren, las vidas que se siguen perdiendo porque desde nuestro acomodado norte, hace falta que el sur siga sumido en miseria y en la nueva esclavitud de hoy por hoy: el desarrollo, o lo que es lo mismo, la dependencia más exacerbada y ruin jamás vista.

Vivimos tiempos turbios, informaciones manipuladas y negocios incomprensibles. Los campamentos de refugiados serán, como lo son siempre, una lucha de visibilidad, en la que las agencias llevan sus logos y estandartes bien altos, que se vean desde cualquier sitio y que queden bien en las fotos y en los vídeos que se harán para pedir más dinero. Ahmen Jamad, un economista agrícola somalí, dice en un artículo brillante –escrito por la india  Rasna Warah–,  recientemente publicado en The East African, que las cifras son manipuladas para que los donantes sigan mandando dinero. Con dos cojones. Y mientras se apoyan gobiernos corruptos y se hacen negocios con dictadores, a los cuales no se duda en cepillar de un plumazo en cuanto comienzan a ser molestos.

No estamos ayudando. Y seguimos informando erráticamente (en muchos casos porque los periodistas confían en as cifras dadas por las agencias en el terreno, que inflan las cifras para recibir más donaciones). Además, para no dejar que la gente se muera de hambre, ayudamos a naciones que en vez de usar el dinero en prevenir desastres como los que ahora de viven en el Cuerno de África, lo usan para comprar armas o meterse en guerras estúpidas. Y desde aquí, nuestros periódicos siguen escribiendo, mezclándolos temas de la actualidad en mosaicos como éste:  


“Los dirigentes económicos multiplican sus contactos ante la reapertura de los principales mercados.- La rebaja de la nota de deuda estadounidense y la crisis de la eurozona incrementan los temores a una nueva debacle financiera” (El País).

“Pese a que la comunidad internacional ha lanzado un puente aéreo para contener la emergencia en Mogadiscio, adonde llegan a diario más de un millar de desplazados somalíes, la ONU advierte de que la hambruna puede extenderse a todas las regiones del sur del país en las próximas cuatro o seis semanas. El organismo advierte de que la respuesta humanitaria está siendo inadecuada, no solo por las restricciones de acceso impuestas por la milicia Al-Shabab, sino también por una financiación insuficiente por parte de la comunidad internacional” (El País).

2 comentarios:

  1. A tu padre le hizo gracia una frase que solté respecto a las ayudas.
    : ¿De que me sirve una cuchara? si no tengo que soplar.

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  2. Muy buena, sí señor!! El martes 23 me quedo disponible. Te doy un toque y quedamos. Un abrazo

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