domingo, 29 de mayo de 2011

Divide y vencerás


Estoy en un pequeño pueblo de una zona perdida de Irlanda, en una casa rural donde todo parece sacado del cuento de Hansel y Gretel. Al despertar, los caminos de arboledas bajo la tenue luz de la mañana, alumbran, a través de fugaces rayos de sol, senderos hechos de hojas secas y del verdor de una hierba aún mojada, en el frescor del rocío. Las casas son de piedra, los propietarios son dueños de una impresionante historia de amor además de dos gallos que parecen sacados de un cuadro de Julio Romero de Torres (si es que llegó a pintar gallos), un perro que podría ser Niebla y una oca obesa que no cabría en tablero alguno. Aún así, pese a la bucólica estampa, he descubierto que también hasta aquí llega Internet. ¡Maldición! ¡Esta mierda de tecnología está en todas partes! Y claro, a pesar de estar de retiro espiritual, siguiendo los consejos de Rouco, me entero de los eventos importantes del fin de semana: que el Barça ha ganado, Alonso ha quedado el segundo, Nadal ha pasado de ronda y Telefónica se queja de los puntos de Internet gratis en España (¿por qué será?).

Pero para mi asombro veo que los medios siguen prestándole atención a los locos amantes de la acampada libre. ¿Cómo puede ser eso? ¿Aún siguen ahí? ¿Es que no tienen nada que hacer? ¿Es que no se les han quitado las ganas después del mensaje dejado por los mossos el otro día? ¿Es que no han aprendido que las revoluciones populares acaban apagándose, como en Toledo? Espera, espera. Que el paro no ha cambiado, ni los políticos han decidido escuchar al pueblo (¿para qué? Ni que ése fuera su trabajo) y la revolución española parece tener mucho que decir. Así, mientras muchos se estaban frotando las manos desde sus despachos presidenciales y desde sus ayuntamientos porque los niños del 15-M estaban recogiendo vientos y varillas, se han quedado de piedra al descubrir que el plan es otro.

Julio César, que siempre le quedaba latín para septiembre, dijo un día, así como si nada: “divide y vencerás”. Su profesor le pegó una colleja y le recriminó: “César, gilipollus, es Divide et impera, que estás empanadus”. Y así quedó en la historia. Los miembros del 15-M, gente sin preparación, vagos y flautistas sin vocación, se ve que lo han pillado al revés. César utilizó esta frase para explicar su técnica de debilitar al enemigo a base de dividirlo y así poder conquistar la Galia más fácilmente. Los del 15-M han pensado que eres tú el que ganas si te divides porque en lugar de debilitarte, te conviertes en semilla que fecunda cientos de lugares, como una cosecha sembrada en vastas llanuras, como un mensaje repartido entre cuentas de email, de Facebook, de twitter, vídeos de youtube, mensajes en el móvil, artículos en periódicos locales, nacionales e internacionales, noticias en los telediarios, debates en programas de televisión, etc. Los del 15-M le han dado una vuelta de tuerca a uno de los romanos más conocidos de la historia (aparte del romano al que Jesucristo le pedía kikos desde la cruz) y han empezado lo que será una nueva forma de llevar a cabo la utopía de una democracia participativa -perdonad el epíteto, pero en los tiempos que corren es necesario-, en la que esta vez la gente tendrá qué decir. Me gustaría que la gente se fijara más en los logros conseguidos por iniciativas reales que en los oscuros presagios que los malos agoreros tienen siempre dispuestos para soltarlos junto a sapos y culebras.

Para ello, sin ir más lejos, el ejemplo de la localidad sevillana de Marinaleda: http://www.marinaleda.com/inicio.htm, una comunidad de la que me enteré hace unos días y en la que se vive una democracia social desde hace décadas.

En fin, se acaba el domingo y mañana vuelvo a mi vida berlinesa. Ando pensando en estas cosas cuando de pronto, al pasar por un pequeño arco que hace de entrada a uno de los jardines aledaños del lugar, la oca con sobrepeso me corta el paso. La miro, me mira, me acerco, abre el pico y produciendo un sonido parecido al de una serpiente, me ataca. Yo me quedo perplejo. ¡Una oca con sobrepeso atacándome en medio de la campiña irlandesa! ¿Pero es que hay algo que no me vaya a pasar?
Al final, me armo de valor, pienso en los valientes de Barcelona y le grito al gigantesco pájaro:“No te tengo miedo”. La oca abre el pico y con pasos torpes pero certeros se abalanza sobre mí con una cara de mosqueo acojonante. Yo le sigo gritando alto y claro “¡no te tengo miedo!” pero esta vez no me escucha porque lo hago mientras echo a correr, huyendo de tal vil criatura. Me llamaréis cobardes pero ya os digo yo que si en vez de a la Guardia Civil, llevaran a Sol y a la Plaça Catalunya a un puñado de ocas malhumoradas, la revolución estaría perdida.


   

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