martes, 10 de mayo de 2011

Los tiempos cambian


No he pagado por una canción en iTune en mi vida. Ni creo que lo vaya a hacer. ¿Por qué? Sencillo. No me sale de las pelotas. Productoras, managers, artistas viviendo la vida loca, niñas monas que sólo tienen un polvo y muchas otras razones. Pero es que Vetusta Morla es genial e Ismael Serrano canta en conciertos benéficos. los Hombres G son legendarios y Miguel Bosé es papito. Pero como dicen los Mojinos Escocíos, “pa pito el mío” y paso de pagarle la coca a nadie que yo llevo años de abstinencia y nadie se ha presentado en mi casa con medio pollo siquiera.
Sin embargo, hoy, esperando a que una chica de ojos impresionantes hiciera acto de presencia, le he dado euro y medio a una pareja de crápulas que me ha cantado dos canciones en un inglés inteligible. Digo pareja porque eso pensaba antes de darme cuenta de que uno de ellos o era un tío o era mi primera causa pro-silicona. Pero, ¿por qué? (Ya estáis pesaditos con las preguntas). Pues de nuevo porque me sale de las pelotas y el poco dinero que me queda lo gasto como quiero. Pero además, porque hay que ser valiente para ponerse delante de un público tan desinteresado como el que habitaba en la terraza en la que estaba: una pareja de jubilados, un grupo de futuros alemanes turistas, con maletas y todo, y yo, un español, sin duda alguna, perdido en Berlín.

Es 10 de mayo. Son las nueve de la noche y aún no ha oscurecido. Me he tomado dos cervezas, tras un breve período de sobriedad que ha durado cuatro días, y ayer me dijeron que mi intención de irme a Camboya ha sido truncada por otro español de 27 años que, aunque se lo tenga más que merecido, me ha dejado de nuevo en las puertas de algo que me hubiera gustado conseguir. ¿Y ahora qué? (En serio, dejad las preguntas ya). Ahora Berlín, la ciudad donde todos tienen que ser trendy, fancy, different. Aquí llevar los pantalones rajados, cincuenta piercings en cada oreja y trece en cada pezón está pasado de moda (incluso llevar uno en la punta de la polla). Aquí hay que ser algo más, algo que nadie sea, algo único; es decir, tú mismo. El reto del siglo. Y me quedo porque tengo un curro. Lo sé, lo sé. Increíble. 33 años, una carrera, sólo un máster, ni puta idea de alemán y todavía he sido capaz de conseguir trabajo. ¡Como para quejarse está el patio!
Así que nada, de nuevo en la brecha, en una oficina con vista a oficinas, cogiendo el metro a diario como en mis tiempos mozos londinenses, pero esta vez con una causa. ¿Salvar tu cuenta corriente? También, vamos a dejar el cinismo para otro post. Pero sobre todo porque es un privilegio tener un motivo para levantarte cada mañana, que le gustes a tu jefe y que lo que haces puede ayudar a millones de personas. Y no, no me va el rollo Anatomía de Grey “vamos a salvar vidas”, pero sí me gusta saber que no trabajo sólo para mí, ni para construir un mundo en el que Alejandro Sanz pueda poner más kilos, los políticos puedan seguir peleándose en trajes de chaqueta y baños de masas a ver quién la tiene más grande, ni Moody pueda seguir imponiendo unos criterios absurdos tipo pescadilla o escaleras de la peli Laberinto (a David Bowie sí que le compraba yo una canción).

Hoy es 10 de mayo del 2011. Escribo estas líneas con las mismas penas y alegrías, aunque distintas, que cuando era un desventurado número más en las filas del paro, pero esta vez cambiamos de aires, de intensidad y probablemente de frecuencia. Aún así, queda cuerda y ganas de dar por culo.       

1 comentario: