domingo, 22 de mayo de 2011

Indignados a este lado del muro


El muro de Berlín cayó hace casi 21 años pero quedan otros muchos muros que derribar. Ése fue el mensaje que saqué anoche en claro tras la manifestación.

A las siete, hora española, es decir, a las siete y media, llegué a la Puerta de Brandenburgo. Aunque no estrictamente, era la primera vez que asistía a una manifestación y estaba muy ilusionado con la idea de formar parte de una voz común, de una idea por la que levantarme y protestar. Así que armado con mi cámara y muchas ganas me fui para allá. Iba solo, lo cual no es lo mejor, pero me daba igual. En la cabeza tenía el reportaje fascinante y objetivo de Intereconomía, uno de esos medios con los que, junto con Paramount Comedy, más me río. Aún me pregunto por qué Emilio Aragón no les roba ideas con lo cachondos que son. Se repetía en mi cabeza la imagen del tipo aquel con el chaleco sobre los hombros, sacando la lengua descojonado y diciendo que había ambiente de cumba y olía a porros. Ingredientes perfectos para que me acabaran de convencer de mi presencia allí.

Al salir del metro escuché el barullo. Normalmente en la plaza donde tenía lugar la manifestación hay actores disfrazados de soldados que venden pasaportes, como los que antes vendían para cruzar de una Alemania a la otra. Me encantó la imagen de verlos desolados, desatendidos y olvidados por una masa de gente blandiendo pancartas, entusiasmo y esperanza de cambio. Habría unas mil personas, quizás insignificante comparado con el baño de masas que se han dado en Madrid, en Barcelona o en Sevilla, pero poco importan los números cuando la solidaridad es la vara de medir.
Los lemas eran de los más variopintos. Mis favoritos: “Me gustas democracia pero estás como ausente” y “Me sobra mucho mes al final del sueldo” de pancartas y “Botín cabrón trabaja de peón” o “Los chorizos son para comerlos no para votarlos” de gritos. Me hubiera gustado ser más extrovertido y empezar a hablar con la gente, pero me limité a acompañar con los coros, a hacer fotos y a estar el tiempo que nos dejaron estar. Porque a las nueve, la poli nos echó bajo amenaza de 16.000€ de multa si seguíamos allí. Estábamos jodiendo el turismo y eso no es democracia, claro o al menos no rentable para la de ellos. En ese momento me acordé de lo que empezaron a decir en la Puerta del Sol el día anterior: “si viene la policía, sacad las uvas y disimulad”.

Cogí mis bártulos y me fui de vuelta a casa. Pensé que si mi amigo Juan José hubiera estado comigo, él se hubiera encargado de presentarse a quien fuera y la cosa hubiera seguido en otro sitio. Al fin y al cabo era sábado por la noche. Pero nada. Me volví al hogar con las ganas de hacer nuevos amiguitos y sin haber visto ni la cumba ni olido la marihuana. ¡Y yo que creía que Intereconomía era información certera y siempre fiable!
Pero me volví sabiéndome más parte de este mundo que no cree en muros ni en verdades absolutas. Igual de indignado pero contento con haber sido capaz de levantar la voz y decir: ¡Democracia Real Ya! 

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