lunes, 16 de mayo de 2011

Según se mire

No os lo vais a creer pero en Berlín, la gente no cruza la calle cuando el semáforo está en rojo, ¡aunque no vengan coches! Es más, el Ampelmann, que es así como le llaman al muñeco del semáforo, en plan Oliver y Benji “el balón es mi amigo”, aquí son colegas de un tipo con prisa y manco (para más información buscad ampelmann en google, no he tenido cojones de encontrar la forma de poner la foto en el blog).

Sam me dijo el segundo día de estar aquí: “si hay niños no cruces en rojo, porque das mal ejemplo”. Empecé a reírme porque creía que estaba de broma. Pero no. Lo decía en serio. Y pensé que el mundo sería mejor si no hiciéramos ciertas cosas delante de los niños. No fumes. No seas un capullo. No pegues a tu pareja. ¡No toques a los niños! Hace no mucho le robé un chiste a mi amiga María. María es una persona de ésas que cuando la conoces bien te consideras una persona afortunada porque es un torrente de esperanza, de cariño y de experiencia. Ha estado y está luchando en contra de la tortura en Guatemala desde hace años y antepone su propio bienestar al de gente que ni siquiera conoce. Porque tiene fe en la humanidad, en la justicia y en el cambio. Pues bien, un día, con la coña en el alma, como tantas veces hemos compartido, suelta: “deberían hacer santo a Michael Jackson, pues es un ejemplo para los curas y para la Iglesia”. Lo sé, lo sé, ofensivo para algunos pero hay que confesar que tiene su gracia.

Sea lo que sea, es incuestionable el hecho de que dar ejemplo es importante y es por eso, y permitidme que me ponga serio durante unos instantes, que no podemos dejar caer en el vacío lo que España ha conseguido saliendo a la calle y demostrando que lo que importa no es cuánto engrosa nuestras carteras sino el dar ejemplo, el ponerse de pié, el querer decir en voz alta que las cosas no van bien y que aspiramos por una sociedad más íntegra y digna, por un futuro en el que todos podremos decir “coño, no cruzaron la calle por nosotros, porque era lo correcto, porque nos merecemos un mañana en el que no se nos mida por lo que tenemos sino porque lo que somos”. 50 ciudades dieron un mensaje muy claro y, pese a lo que algunos medios han querido resaltar, fue un peregrinaje social que reclamaba ser escuchado, con una sola voz, y que decía: “no nos rendimos, no nos creemos lo que nos cuentan, seguimos aquí, juntos, luchando por algo en lo que creemos”. Nunca me he sentido más orgulloso de pertenecer a esta casta de europeos sureños que han demostrado que creer es ser.    



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