miércoles, 16 de noviembre de 2011

Apagando fuego con gasolina



Dicen fuentes fidedignas, que en un intento magnánimo de reducir el gasto de la comunidad de Madrid, Gallardón el alcalde molón, iba a cambiar el cuerpo de bomberos por una legión de bomberos-torero, que aunque no son igual de eficientes, al menos reducen costes. Pero como el agujero del ojal capitalino es tan enorme que podrían pasar camellos y camellos, la decisión ha sido muy distinta: si Madrid tiene bomberos, lo pagan los usuarios y a tomar por culo, una carga menos para la eterna candidata olímpica. Así que ya ven las medidas que vienen y las que ya se van vislumbrando desde hace meses: que la visita papal le cuesta una pasta a la ciudad, subimos el transporte y que la costeen los ciudadanos, crean en el Papa de Roma o en la empanadilla de Torrejón. Que el cuerpo de bomberos cuesta mucho dinero, no pasa nada, que los mantengan los ciudadanos de a pie que total, como los alquileres y los servicios públicos son tan baratos, pues nada, a arrimar el hombro. A mí me gusta mucho la expresión de apretar cinturones y arrimar los hombros, que todos los políticos siempre tienen en la boca, pese a ser bilis hipócrita lo que expulsan cuando hablan. Hoy en día sólo está contento con la política al que le va bien, al que se ha hecho un poquito más de oro con esto. El resto mira el panorama con las manos en la cabeza pensando que ahora es cuando estamos jodidos. Así que ya saben, todos contra el fuego se ha hecho más real que nunca en Madrid, aunque en el fondo todos somos Madrid, porque a todos nos van a tocar medidas similares, más tarde o más temprano. A pagar por lo que ya estaba ahí.    

Toda esta historia me ha traído a la memoria el chiste de la pareja que se va a un hotel a pasar la luna de miel y cuando van a pagar, la cuenta es de 100.000€. El hombre, atónito por la elevada suma, que para nada se correspondía con la calidad del servicio, inspeccionó la cuenta y en seguida encontró algo que no encajaba, lo cual comunicó al recepcionista:
–Perdone, aquí dice 7.000€ por el champán.
–Así es caballero, a botella diaria, una semana, 1.000€ la unidad, excelente calidad, eso sí.
–Ya, pero es que no hemos tomado champán alguno.
–Ah, ya veo. Pero el champán estaba ahí, si no lo ha usado es su problema. Haberlo bebido.
No dando crédito a lo que estaba escuchando, prosiguió con la cuenta:
–¿Y los 20.000€ por las cenas en el yate del hotel? ¡Si ni siquiera sabíamos que tuvieran un yate!
–Ya entiendo, caballero, pero el yate estaba ahí; haberlo usado.
-¿Y los 30.000€ en joyas? Nadie ha comprado, alquilado o pedido prestado nada en la joyería.
–Me consta, caballero. Pero el servicio estaba ahí, haberlo usado.
El hombre, fuera de sí, se hurgó en el bolsillo del pantalón, se sacó un euro y lo puso sobre el mostrador, exclamando:
–¡Ahí está! ¡Pagado!
–¿Y el resto? –Preguntó extrañado el recepcionista.
–El resto es por haberse follado a mi mujer.
–¡Oiga, que yo no la he tocado!
–Lo sé. Pero el servicio estaba ahí; haberlo usado.    

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