miércoles, 2 de noviembre de 2011

Una noche de perros



Esta mañana me he despertado dando un grito y con un sudor frío recorriendo cada poro de mi maltrecho cuerpo. Tras unos segundos de confusión y desasosiego, he vuelto a mí mismo sintiéndome mejor, al comprobar que no había sido más que una pesadilla. ¡Qué real ha sido, joder! Y todo ha sido por culpa de las cruces por los animales maltratados que han puesto en Madrid. Me ha impactado mucho y me ha llevado a pensar un poco más allá de la noticia, llevándome a soñar lo que les cuento:

Estoy en el vientre de mi madre. Me veo formado, con mi cuerpo actual, casi un adulto, podemos decir (al menos físicamente). De pronto una marea me arrastra y por mucho que intento agarrarme a todo lo que encuentro en mi camino, la fuerza es mayor que mi resistencia y acabo saliendo por un agujero minúsculo, que al dilatarse, deja pasar una luz intensa, la cual me ciega unos segundos. Cuando mis ojos se adaptan a la brillante habitación, veo un perro gigantesco, a dos patas, que me sostiene de una de ellas y me pasa a una gata, que me mira con cariño y me da unos golpecitos en el culo. Me quejo, aunque no me ha dolido. La gata me vuelve a mirar con ternura. Me pone en sus patas y me lleva a una pareja de vacas, que me esperan ansiosas y me lamen al verme, entre risas y mugidos. Al poco estoy en un establo. Me colocan sobre un colchón de paja y me persiguen con esos enormes ojos lacrimosos. Son mis padres ahora. Me dan leche, me bañan, me sacan a pasear. Pero me castigan si me meo encima y me arrastran el hocico sobre mis necesidades. No me dejan comer carne, porque ellos son herbívoros y en cuanto empiezo a fijarme en la hija del granjero, deciden cortarme las pelotas diciéndome que es mejor para mí, así ya no me volveré loco cada vez que vea pasar a la vecina, con sus rizos trigueños y su piel medio desnuda.

Es en ese momento cuando me despierto. Me toco en busca de mis escuderos (que luchan por y junto al amo, pero que cuando hay banquete siempre se quedan fuera) y vuelvo a pensar en la noticia de los maltratos de los animales. ¿Por qué no hay ninguna asociación que se queje de los animales que han perdido su identidad como tales, por nuestro propio beneficio? ¿Qué ocurre con esas mascotas a las que privamos de libertad para que nos hagan compañía? Hemos convertido nuestros hogares en mini zoos en los que puteamos animales para que nos hagan reír. ¿Qué me importa que un pájaro no pueda volar nunca más? ¿O que un pez sólo tenga unos cuantos de metros cúbicos para existir? ¿Qué hay de malo si castramos a las mascotas? “Es mejor para ellos”. Claro. El día que seamos capaces de comunicarnos con ellos, a ver si están de acuerdo con que el día más feliz de sus días fue cuando les cortaron los cojones.

Siempre veo positivo que intente detener la barbarie que el mercado estñá haciendo con los animales, tratados como trozos de carne, sin más. Pero, personalmente, me parece que en el acto de Madrid del otro día faltaban fotos de muchos animales y sobraba la hipocresía de otros cuantos. 



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