miércoles, 14 de septiembre de 2011

Las miradas de la discordia


Hay un montón de avispas en Berlín. Es increíble y están en todas partes. Si vas a comprar pan a la panadería, ves los dulces andurreados por decenas de avispas, que se pasean por la comida sin ningún impedimento. Sé que no son moscas y que dicen que cuando hay avispas significa que el aire es muy puro, pero joder, da un montón de cosa comerse un palo de nata que sabes ha sido probado y usado de pista de aterrizaje por ni se sabe cuántos insectos. Además las avispas me parecen unas abusonas. Mientras estás en una terraza se acercan a tu cerveza (al menos tiene buen gusto) y lo hacen con la arrogancia del que sabe que si las molestas demasiado te pueden fastidiar el día con tan sólo una embestida certera. No sé cuál es la función de las avispas en la cadena alimenticia y en todo el ecosistema pero si mañana leyera una noticia en la que dijera que un virus había exterminado la especia, no me inmutaría lo más mínimo.
Quizás al leer esto no muchos han pensado que soy un desalmado sin escrúpulos que no tiene respeto por la naturaleza. Menos mal. Pero cuando hablo con un vegetariano es así cómo me hacen sentir. Porque me como los animales que digo amar. Son dos cosas muy distintas, a mi parecer. Me enternecen las fotos de gatitos en cestas de mimbre y cachorrillos envueltos en mantas aterciopeladas. Me encantaba el anuncio de Scotex e incluso el de Pipín. Veía Lazzy, disfrutaba con Scoby Doo y la vaca que ríe me descojonaba. Los mosqueperros, la hormiga atómica, Isidoro, hasta super ratón. Nos han educado con dibujitos de animales que admiramos y es normal que les tengamos respeto y cariño. No me gusta leer noticias en las que se maltrata a los animales, aunque sea por razones científicas como ese gato al que le han metido una célula fluorescente en el cuerpo que le hace brillar en la oscuridad y parece en vez de un gato un gusiluz. Pero los animales son también comida y mientras no me como un perro o un gato (al menos no sabiéndolo, aunque habiendo estado en un restaurante chino… nunca se sabe), sí me gusta un buen filete de ternera y disfruto del jamón, de la pechuga de pollo, de las morcillas encebolladas y de las chuletas de cerdo. Y esto me convierte en un ser cruel y maligno para algunos.

Escribo esto por algo totalmente distinto. Hoy estaba pensando que el mundo es sin duda como lo miremos cada uno y dependiendo del color de cristal que usemos para hacerlo. Hay cosas que son tan obvias para unos y a la vez son una barbaridad para otros. Me asusta y me maravilla. Como lo hace también el saber que hay una chica inglesa de 32 años que tiene por sueño y meta en la vida ser la mujer más gorda del mundo. Quiere batir el record actual de 361 kilos y ya va por los 330. A pesar de lo que esta cantidad de peso puede hacer en la estética de un cuerpo, ella ve el suyo cada día más sexy y saludable, aunque los médicos dicen que es una bomba de relojería. Dirán que está loca, enferma, pirada, vamos, pero no se le puede obligar a nada ya que no es legal y ella es una adulta. Hay mucha gente que ha muerto por todo lo contrario y que lo hace. Pero para esta chica, porque es así como ve la vida, es lo más hermoso que nadie puede hacer nunca. Me asusta y me maravilla.      

1 comentario:

  1. Definitivamente, esa mujer no es mi tipo. Un abrazo.

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