martes, 20 de septiembre de 2011

No corta el mal sino vuela


Si es que lo queramos admitir o no, hay algo que está cambiando. Ahora que los del 15M parecen más David que nunca, ahora que los medios están buscando nuevas noticias en las que centrarse, ahora que todo parece dormido. Es justo ahora cuando de pronto sale un rayo de sol en el panorama político europeo y ocurre justo aquí, en Berlín. ¿Qué es eso a la que tanta importancia le quieres dar? Preguntarán algunos. Pues es a las últimas elecciones de la ciudad, donde ha salido de nuevo como alcalde un juerguista gay que le ha dado la vuelta a la ciudad a base de no esconder nada y de preocuparse por una juventud que necesita sentirse joven, ser comprendida. Ha dado espacios para todos y eso se ha notado en las urnas, por tercera legislatura seguida. Pero esto no es a lo que me refiero en cuanto a los cambios a los grandes, a los que dan esperanza. Estoy hablando del Partido Pirata. Un PP muy distinto al nuestro. Sin promociones millonarias, ni escandalosas campañas han conseguido nada menos que 15 escaños y un 9% de todos los votos. Ahí queda la cosa, que no es moco de pavo. Su líder tiene 33 años, es un pive como otro cualquiera que le gusta hacer cosas por la gente que le rodea. Quiere libertad en muchas cosas, las que muchos jóvenes quieren, como por ejemplo a la hora de tener un sistema justo de votaciones, o a la hora de cargar y descargar en Internet. Le preocupa la transparencia y que haya una participación ciudadana real. Unos locos, vamos. Unos pirados que piensan que la política convencional no es la solución de nada y unos locos que han conseguido que 120.000 personas los crean, pese a que no tienen un programa electoral definido o pese a que ni siquiera saben qué van a hacer esta legislatura. 

No sé si el 15M podrá aguantar las embestidas de las tradiciones reinantes, ni si el pueblo español seguirá culpándolos de lo que pasa en el país, “porque no hacen nada”. No sé que ocurrirá con ellos, pero el caso es que siguen, los que sean, con una obscena creencia de que el mundo puede cambiar. No sé si soy yo y mi ceguera voluntaria, pero no recuerdo haber leído tantas noticias sobre manifestaciones, huelgas y sentadas en toda mi vida. No soy de los 60 ni viví los 70 con lo que para mí el sexo no es libre (que el amor siempre lo es, además de liberador), ni los ácidos legales, ni las ropas dos veces mi cuerpo. Yo soy de el anuncio de los chavales levantándose en el gimnasio diciendo que el condón era suyo, de los que eran educados en ver a los porretas como si fueran terroristas y de los que sólo ven camisetas ajustadas en las que se te marcan hasta las venas. Aún así creo en las revolución de la pasión, en blandir protestas como única arma que nos han dejado al pueblo, empequeñecido tras el paso de los años, sin preguntas ni respuestas.

El 20N nos dan superpoderes. Todos nos convertimos en superhéroes por un instante y nos otorgan el mismo poder que llevamos pidiendo desde hace mucho: decidir. Dios en su infinita grandeza nos otorgó la posibilidad de borrarlo del mapa, de olvidarlo y hacerlo desaparecer, dicen algunos. El gobierno nos da la misma oportunidad, borrarlos a ellos y a los otros. Ya va siendo hora de que nos convirtamos de verdad en lo que queremos ser y que seamos capaces de convertir España en lo que deseamos que sea.    

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