miércoles, 7 de septiembre de 2011

Ya me hago yo la maleta si eso, abuela


Las noticias siguen dejándome de piedra. A veces leo cosas que de verdad me quitan el habla. Como la de hace un par de días en la que se recoge el juicio de tres hombres que se intercambiaban las hijas (entre 6 y 11 años) para violarlas, con el conocimiento de dos de las madres.
No fue en alguna oscura ciudad de África, ni entre los aburridos multimillonarios de Estados Unidos, ni en una aldea de Vietnam. No. Fue en Sevilla. Para así constatar de que hay hijos de puta en todas partes.

Herido de gravedad seguí leyendo las noticias y me encontré con un titular que me hizo gracia, pero la historia no tiene ninguna. Imagínense: con esto de que España está hecha una mierda, deciden continuar estudiando. Tras bichear por distintas universidades del mundo, les conceden una beca en cualquier prestigiosa entidad académica de cualquier país de Latino América que se piensen. Todo bien. Hacen sus maletas meticulosamente, cogen el billete de avión, se despiden de sus familiares y amigos y se marchan con toda la ilusión del mundo a una nueva aventura que con suerte podrá darles alguna ventaja en el mercado laboral con respecto al resto de españoles, cuando quieran solicitar un trabajo a su regreso. Todo en orden. Llegan al país X y la policía les para en la aduana. Al azar uno puede suponer. Les abren la maleta y el policía dice que huele raro. Ustedes, que no tienen ni idea de qué está hablando sólo piensan en las bolitas de alcanfor que su abuela usa para la ropa. El policía saca sus prendas de la maleta y les echa el spray que se usa para detectar cocaína impregnada en la ropa –un método muy popular de traficar esta sustancia–. Para su asombro el test da positivo en cada una de sus prendas. Les han pillado, piensa la poli mientras les agarran y les meten en la cárcel por camellos y por torpes.
Lo gracioso viene ahora. Resulta que cuando hacen una segunda prueba en los laboratorios (la primera fue con un simple aerosol), se dan cuenta de que no estaban mintiendo y en realidad no es droga lo que hacía que el test inicial diera positivo. Les piden perdón con el gesto compungido, los cachetes colorados y el rabo entre las piernas y les dicen adiós con la manita cuando abandonan la prisión.
Aquí viene la parte cojonuda (ahora nos pasamos al caso real): entre que al tipo le meten en la cárcel y entre que le sueltan han pasado nada menos que ¡¡seis meses!! Y lo que es más gracioso aún es que en realidad no pasó como lo he contado sino al revés, fue un panameño al que le ocurrió esto en Barajas y lo metieron entre rejas porque el aerosol detectó las bolitas de alcanfor o el detergente o lo que fuera.
Total, seis meses no es tanto y tampoco creo que al panameño, comúnmente llamado sudaca, le importara mucho pasar las Navidades en la cárcel, total, si estos panchitos vienen aquí a nuestro país porque es el mejor del  mundo y no se está mejor en ningún sitio.

Como decía las noticias me siguen dejando de piedra, como lo hace nuestro sistema de justicia y los mierdas a los que no les caen años suficientes de condena por cosas como las sucedidas en Sevilla. 


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