martes, 18 de octubre de 2011

El Personaje de la Semana: la duquesa de Alba


 
 

Pues no me meto con ella. No me da la gana. No tiene el menor sentido. Y no es porque no haya motivos para criticarla, sino porque los elegidos no creo que sean los correctos. La duquesa de Alba, que recoge números títulos inmobiliarios y nobiliarios –más que la reina de Inglaterra–, es uno de los últimos vestigios de esa sociedad que tanto gustaba en los tiempos del tito Francisco. Aún así son muchos los que la quieren en Sevilla, su lugar de residencia, y los que la veneran, como se puede venerar al Po-zí o al rey de España. Yo personalmente no creo que sea justo que una persona posea tantos bienes mientras otros no tengan ni para un rosco de pan que darle a sus hijos, pero eso son cosas mías, que soy medio rojo y loco, dicen algunos.

Pero insisto que no me voy a meter con ella, o al menos no por los mismos motivos por los que los demás lo hacen. Le han puesto una estatua en Sevilla –que manda pelotas– y hoy ha aparecido pintada y con la palabra muerte escrita en ella. Esto sí que hay que criticarlo. A la gente se le va la pinza. ¿Para qué gastar spray en darle pistas al de la guadaña si éste ya la tiene más que fichada? ¡Nació en el 1926! (91 años, para los de la ESO). Al que habría que pedirle cuentas es al responsable de esa estatua y preguntarle con qué dinero se ha pagado. Pero tampoco es como para desearle la muerte a nadie, tampoco hay que ser cafre.
Los alemanes también se están riendo de ella estos días. Han puesto la foto de su boda con Alfonso, el enamorado, y la han usado en una campaña en la que sugieren a los hombres que si están casados con una mujer más vieja que ellos que la dejen en casa y que se vayan a Ibiza, que está barato. Así que mira qué salados son los alemanes cuando quieren. No se les ocurre poner una foto de Merkel en Ibiza diciendo: “ha venido a comprobar el estado de los pepinos españoles”. Para eso son muy suyos.

Y digo yo que la duquesa de Alba tiene derecho a gastar su dinero como quiera y a hacer lo que le dé la gana, que ya es mayorcita. Días antes de la boda me dijeron que el ya su marido estaba ingresado de urgencias. ¿Y eso? Pregunté yo inocentemente. “Por comer una almeja en mal estado”, me contestaron. Pero no me reí. Apreté mucho los dientes y resistí la tentación de aplaudir el chascarrillo sobre una mujer que, si personalmente creo que es muy criticable en muchos aspectos, no lo es por quererse dar un último homenaje antes de irse de este mundo. “Es que no se casan por amor”, dicen algunos. Pues nada, una pareja más a engrosar las estadísticas de los que no lo hacen, ¿y qué? ¿Vas a ir uno por uno analizando todos los matrimonios que no se casan por amor, o los que no están enamorados con el paso de los años? Les hemos dado demasiado poder al Hola y al Sálvame en este país y ya cualquiera se cree con la autoridad de poder decir lo que quiera de quien quiera. Pero vamos, que teniendo el dinero que la duquesa tiene, se lo trae todo al fresco. El día que muera, se podrá leer en su epitafio:

“Aquí yace Cayetana de Alba, la que sólo le faltó la corona para vivir como una reina. Y que me quiten lo bailao”. 
  

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