miércoles, 12 de octubre de 2011

A mis 34


A mis 34, hoy, permitidme que enfunde la pluma de todos los días y que me vista de gala, que la ocasión lo merece. Mientras los ejércitos hacen sus piruetas y manifiestan su ordenado poderío ante la atenta mirada de los españoles, yo voy a desquitarme de estos 34 años recién cumplidos, haciendo un balance muy personal de lo que hasta aquí me ha traído y de lo que me llevo, en este día que bien podría ser el ecuador de una vida o el último suspiro de ella (con estas cosas nunca se sabe y menos en alguien que es de la generación del 77).

Cada día entiendo menos al mundo que me rodea, cada día me confunden más sus barreras, sus fronteras, sus reglas. Ha quedado ya desfasado eso de la doble moral y ahora se lleva lo del trastorno múltiple, dejando obsoleto al trigo y a Rodrigo. Se ha perdido la vergüenza a decir memeces en los medios de comunicación, y de nada importa que se queden registrados y grabados los comentarios barbáricos de unos y otros, de unas y otras. Es por eso que me embarco cada día en la ardua tarea de comprender, de aprender a base de darme cabezazos con las noticias, con los titulares, con lo que algunos llaman realidad, mientras otros lo califican de parcialidad impresa.
Me salgo un poco de la piel de este oso que tantos ratos me ha hecho reflexionar sobre lo que tengo alrededor y sobre lo que se me queda lejos, para tomarme unos días de descanso y celebrar mi cumpleaños como se merece, desde el silencio digital, con la voz destinada al diálogo de los bares irlandeses, diciendo que ya no somos niños, sino jóvenes y que ya ni siquiera eso, dirán unos cuantos. Aprovecho para saludar a aquéllos que se han adjuntado recientemente gracias a La Vanguardia y a los que han seguido atentos a mis conjeturas, acertadas o botarates, descaradas o sumisas, inapropiadas o certeras. No me despido, ni mucho menos, que aún me quedan cosas que decir. Sólo me retiro hasta el lunes que vuelva a Berlín, a la casa de mi oso, de mi frío, de mis nuevos proyectos. Hasta entonces os deseo a todos un fin de semana largo y acogedor. Os deseo un verso extendido en las horas de trabajo y de placer (bienaventurados los que hayan conseguido hacer ambas coincidir) y espero que esta pausa no sirva para una retirada a tiempo sino para volver con la energía del cantante de ópera que en el pre-estreno sólo canta a media voz, para así darlo todo cuando se enfrenta al público de cada día.

A mis 34 aún me gusta encenderle velas a la vida y dejarlas encendidas de noche, para poder ver los ojos de quien beso; a mis 34 me sigo creyendo que creer es lo más hermoso; a mis 34 aún mantengo la esperanza de que celebremos el día de todos el 15 de octubre, no el 12; a mis 34, ya me ven, aún me da por seguir intentándolo.

Termino con el email que mi padre (ahora que a los casi 65 años ha aprendido a mandarlos) me mandó esta mañana (bueno, se lo mandó a mi amigo Ángel, por error); merece la pena:

Tres noches sin dormir escuchando el insoportable sonido del ascensor del hospital Virgen Macarena, hasta que llegó tu tía la monja, aún lejos de cubrirse de hábitos, y me dijo:
–Venga, levántete ya. Por fin tu mujer ha parido. La esaboría ha tenido otro niño, con las ganas que teníamos todos que fuese una niña.
Me levanté de aquel tortuoso sillón y de la incómoda espera, la seguí por el pasillo hasta donde estaba tu madre medio dormida y tú de buen color y muy bonito. Pero ya te noté la cara de carbon, que aún no se te ha borrado. Hace ya 34 años de eso y nos has dado los disgustos normales que dan los hijos, pero también el orgullo y las satisfacciones, que no todos dan.

Felicidades, que pases un día agradable con personas con quienes estés feliz y que te quieran”.

1 comentario:

  1. ¿Es un error tipográfico? ¿Te notó "la cara de carbon", o de cabrón? Lo digo sin acritud, por ayudar a que el blog esté bien escrito. Que no haya malentendidos, que es por si acaso. Y las dos llevan tilde, ja, ja.
    Anda anda con la melancolía de los 34. Un abrazo.

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