jueves, 20 de octubre de 2011

No podía ser de otro sitio

 

Hace poco me han confirmado que la única opción de trabajo que tenía para quedarme en Berlín se ha ido al garete. Esto me hace suponer que el uno de diciembre dejaré esta ciudad y volveré a reinventarme, como otras tantas veces. Así es la vida del circo, ¿qué se le va a hacer?

Aún así, antes quedan muchas cosas que hacer en este sitio. Y muchas de las que hablar porque este país encierra grandes misterios. Hablando de misterios, he leído una noticia desconcertante, que quisiera compartir. Cuenta cómo una pareja decidió ir a la Polinesia francesa a investigar y a adentrase en los secretos maravillosos de la naturaleza y los parajes silvestres. Todo iba estupendamente hasta que el tipo decidió separarse de su novia e irse a hacer una expedición a las islas Marquesas. El guía con el que fue le invitó a una cacería local de cabras salvajes pero la historia se torció un pelín, porque a lo que en realidad había sido invitado era a una comilona cojonuda, donde el plato fuerte era él. Es decir, que se lo comieron con papas. En el siglo XXI, un turista va a una isla y se lo comen. ¿De dónde era el tío? ¡¡Alemán!! Como no podía ser otra.
Claro, al tiempo apareció el guía y la novia, también alemana, le preguntó por su Hans y el guía le dijo que había tenido una accidente y que necesitaba su ayuda. ¿Qué hizo ella? ¿Llamó a las autoridades pertinentes? ¿A la policía, a los de rescate, al Equipo A? No. Por supuesto que no. Ella, alemana, fue a buscar a su novio, solita con el guía que no conocía de nada y que había vuelto sin su novio. El guía, la miró sin entender cómo la gente podía ser tan tonta, la ató a un árbol y allí le dio lo suyo y lo de su prima. Le pilló que había cenado fuerte y no se la comió, con lo que ella pudo volver y ahora sí, contactar con la policía, que no encontró nada. Luego, al mandar al ejército, fue cuando encontraron dientes y pelo del tipo, que confirmó la historia.

Bien esta historia ocurre por lo que ocurre. A ver. Hay una novela que se llama 'Taipi, un edén caníbal'. En ésta, el autor, Herman Melville, que también escribió 'Moby Dick', describe un paraíso virgen en el que todo aquel que consigue poner un pie, procedente de la civilización, termina en la olla de los aborígenes. La pareja lo lee y se piensa: “¿mira si es verdad?” Y por supuesto esas cosas hay que verlas por uno mismo, no vaya a ser que existan y nos las estemos perdiendo. ¿Por qué piensan así? Porque son turistas alemanes y o te los encuentras que sólo quieren bares alemanes cuando van a Lanzarote o se plantan en el culo del mundo para poder así escribir un blog, una postal o un post-it diciendo que han estado allí.

El artículo termina diciendo que "varios expertos locales han confirmado que el cadáver encontrado ha sido víctima de un ritual caníbal que se creía erradicado en la isla desde el siglo pasado”. Yo me lo creo. Estoy seguro que los autóctonos no tenían intención de comerse al tío ni nada. Lo mismo hasta les cayó bien. Creo  que en realidad lo de la cacería era hasta verdad. Pero cuando lo vieron llegar con las chanclas, los calcetines blancos, la riñonera y el Lonely Planet, se miraron, se descojonaron y dijeron “a este nos lo comemos, por gilipollas”. Y eso hicieron.  
 

1 comentario:

  1. Seguro no tuvieron acceso a comprobar la trazabilidad del producto antes de hacer uso de él e ingerirlo. Para algo está la certificación de la producción alimentaria. Si hubieran reparado en ello, seguro que se hubieran molestado en buscar una alternativa. En fin.

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