Le escuché decir un día a un profesor que aquellas personas que no tuvieran palabras para definir su universo, estaban condenadas a que otros usaran esos huecos para hacerse con parte de él. Si no tenemos medios para describir lo que nos rodea, otros lo harán por nosotros, empequeñeciendo nuestro mundo. Esto es una realidad como un castillo de infinitas torres e incontables muros repletos de almenas.
Un buen ejemplo de esto es el impresentable de Josep Anglada, presidente de PxC, en Cataluña, otro de esos personajes que le hacen un flaco favor a la provincia en la que practican, lo que sea que practiquen porque política no es, y a la democracia en general. No se olviden de que este hombrecillo es el mismo que hace unos meses echó a una concejala por tener un novio negro. Lo cual es normal, las cosas como son, esa mujer no podía concentrarse en la política teniendo un miembro en casa como el que tenía, así que decidió dejarla marchar. Mientras tanto él se ha quedado ejerciendo su derecho a la libre expresión criticando a plena voz en la Plaza Sant Jaume a musulmanes y latinos. ¿Por qué no? El próximo fin de semana lo mismo le toca a kazajos y taiwaneses, que no son de fiar. Lo peor y más preocupante no es que convoque manifestaciones en las que diga gilipolleces titánicas, sino que lo haga y la gente vaya. Por supuesto este sujeto también tuvo un pequeño recuerdo para los “perroflautas”, “ratas de cloaca” y “fascistas” que componen el 15M, llevando a otra dimensión eso de que la mejor defensa es un ataque.
Precisamente los de 15M, cuando se creía que flojeaba la cosa, parecen tener un nuevo brote mediático por varios motivos: por el desalojo forzoso de otra familia, esta vez en Jaén, a leches; por los que van a ser detenidos a raíz de la “violencia” que ejercieron en Cataluña hace un par de meses; y, sorpresa, sorpresa, por su participación en las revueltas de Wall Street, que ya llevan unos días dando de qué hablar. Lo cierto es que estos americanos son de lo que no hay. Pensaron que iban a tener una primera manifestación el 17 de septiembre de unos 20.000, pero sólo fueron unos 200, la mayoría activistas, hippies y un grupo de españoles que volaron hasta allá para cubrir el evento. Los medios de comunicación pasaron de ellos, hasta que un día la policía empezó a repartir. Entonces empezó a moverse la maquinaria hollywoodiense y algunos famosillos se acercaron, las televisiones empezaron a grabar y la policía tatuó la palabra derechos humanos en la porra y abrió la veda. El resultado: 700 detenidos y la expansión del movimiento por todo el país. Ya lo decía mi profesor en el colegio: la letra con sangre entra. La libertad también. Hemos desarrollado una capacidad inmensa de que nos den por el culo sin quejarnos, pero a la vez nos hemos convertido en bombas de relojería que cuando explotan son capaces de cambiar el mundo. Ahora le toca a los yanquis, a ver la que lían. Para empezar, un grupo de ex-marines han lanzado un comunicado de que van a presentarse en las manifestaciones a defender a los ciudadanos porque ellos no lucharon por Wall Street, sino por América. Con dos cojones, ¡qué grande son los Estados Unidos de América que hacen de todo una película!
Termino hoy con la trágica noticia de un hombre que se ha arrancado los ojos en plena misa porque, según él, una voz le había dicho que lo hiciera. Los médicos no lo entienden, dicen que hace falta una fuerza sobrenatural para hacer algo así y además el tipo ni se quejaba. Creo que este hombre representa lo que hemos venido siendo hasta ahora: marionetas cegadas por voces invisibles que sólo nos han enseñado a obedecer y a no protestar por las inmundicias que nos han hecho vivir y padecer. Ya va siendo hora de que las cosas cambien. Va siendo hora de que construyamos un universo enorme, lleno de palabras valientes y de gente que las pronuncien con respeto y tolerancia.
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