lunes, 31 de octubre de 2011

Las reglas del juego para quienes las hacen



Esta mañana los simpatizantes de la causa palestina estaban de enhorabuena y celebración al ver cómo la Unesco aceptaba a Palestina como miembro de pleno derecho. Pequeño paso para la humanidad pero sin duda uno enorme para la gente de este país, que lleva tantos años sufriendo bajo las manos opresoras de Israel y los que permiten que lo siga haciendo. Pero hoy todo esto quedaba suspendido en el espacio, mientras celebraban el ser reconocidos por una organización universal, aprobados con el apoyo de 107 países.
La celebración ha sido truncada por el anuncio mezquino de los Estados Unidos que, como no se le ha hecho caso, ya que ellos votaron en contra, han decidido no contribuir más económicamente con el organismo por la educación y la cultura. Esto se traduce en unos 60 millones de euros al año, lo que hace el 22% del total con el que se nutre la Unesco. A esto pronto le tendremos que sumar el porcentaje que represente la donación israelí, ya que también ellos se están pensando el hacer lo mismo.

Este es el chantaje con el que jugamos a escala internacional. O haces lo que yo te digo o me voy a otra parte. Yo pertenezco a la generación de “o jugamos todos o rompemos el tablero”, pero Estados Unidos ha mostrado hoy el mal perder que gasta. Ha cogido el Scattergories y se ha marchado con él porque no le han aceptado pulpo como animal de compañía, así que habrá que buscarse a otro que nos deje el juego y no sea tan imbécil.

Se me antoja que en España está pasando algo parecido con el Centro Niemeyer, en Avilés. Un centro cultural diseñado por el centenario arquitecto brasileño Óscar Niemeyer, que ha albergado en pocos meses, desde su apertura, a artistas de la talla de Woody Allen (que incluso ha programado la cartelera del cine con el que cuenta el centro), Jessica Lange (que ha expuesto por primera vez en su carrera su trabajo fotográfico) o Kevin Spacey (dirigiendo y actuando en una obra de teatro), entre otros muchos, y que ahora se tiene que cerrar porque Cascos mantiene que ha habido irregularidades económicas, pese a que el centro ha tenido cuatro auditorías externas sin mostrar irregularidades que lleven a esta decisión. Un pueblo que ha experimentado un incremento del turismo, una ganancia cultural enorme y una baraja de posibilidades en la región sin precedentes, se ha echado a la calle varias veces para protestar por el cierre del centro. Pero ya sabemos qué hacen los gobernantes de este país cuando la gente se echa a la calle: nada.

A veces pienso que es una pena que la justicia sea ciega. Habría que quitarle la venda para que vea dónde se esconden los hijos de puta que llevan esquivando su espada durante décadas.

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