jueves, 2 de junio de 2011

Las setas mágicas y la magia de las setas


El tema de las drogas siempre me ha parecido de lo más interesante. Especialmente desde que descubrí que el uso de algunas de ellas es interpretado a través de la cultura que las rodea. Por ejemplo, si te vas al bar de la esquina y te fumas un peta, eres un porrero y un desgraciado. Pero si lo haces en Ámsterdam, eres un tío integrado en la ciudad. Además si lo haces en Holanda estarás posiblemente fumando mejor calidad. Porque cuando algo es legal, la oferta es mayor y con ella la variedad y la calidad aparecen, para bien del consumidor. En España esto no pasará hasta que no encuentren una buena forma de sacar tajada del negocio. Porque si el tabaco mata, no lo pongas en una cajetilla, quítala del mercado, no me enseñes dientes cayéndose o pulmones de carbón. Fumar es el vicio más estúpido de todos, no te aporta nada excepto el tener algo en las manos. El alcohol te alegra, la marihuana te alegra, el sexo te alegra. El fumar amarillea tus dedos, estropea tu respiración y apesta tu aliento. Pero no es el que prohíben. Curioso.

Cuando probé las setas mágicas eran legales en Londres. Me paseé por la tienda que anunciaba con luminosos lo que vendía, y me asomé a los frigoríficos donde mantenían los vegetales más divertidos del mundo. Distintos tipos, distintos reacciones, distintas nacionalidades. Al final las mejicanas fueron las elegidas. Colores, luces, distorsiones y una claridad especial que te hace sentirte entre dos mundos, totalmente distintos pero conjuntos. Una experiencia de lo más aconsejable pero ahora es ilegal. Y por lo tanto malo, negativo, perteneciente a la gente que no ocupa la escala de valores a la que se supone que debemos pertenecer.

Quizás las setas de Sevilla son vistas así desde hace un par de semanas. Sólo la gente que no encaja en el sistema, en las líneas con las que nos dibujan desde las alturas mediáticas y económicas, están allí. Los que creen que la vida es mucho más que los números que nos marcan y delimitan (a muchos en rojo, además). Y pasan las horas allí, arropados por este monumento a la opulencia y al robo a mano armada que ha recibido la ciudad, para decir que no duermen, que Sevilla es más que fiesta, gomina, feria y risas. Es cierto que el arte puede llegar a despistar y cuando alguien hace una versión del “pena, penita, pena” y lo cuelgan en youtube, algunos tuercen la boca en una mueca que dice: “estos andaluces siempre se lo toman todo a broma”. Pero no es así. Los que dejan sus vidas a un lado y se desplazan hasta la Encarnación o por extensión hasta Sol, hasta Catalunya o hasta cualquiera de las plazas donde muchos (amigos también) van, en Málaga, en Ibiza, en Zaragoza, en Londres, en Nueva York, en París… no se toman esto a broma.

Permitidme que saque a pasear la nostalgia esta noche en la que escribo el post a punto de no cumplir mi cuota diaria. Permitidme que tenga una referencia especial por aquéllos que han dejado las litronas y los cigarrillos felices a un lado -sólo porque la organización en Sevilla ha sido inteligente y ha dicho: “nos les demos razones para desprestigiar el movimiento”- y se han unido para convertir las setas en algo mágico de verdad, pese a la bilis de Antonio Burgos.    

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