martes, 28 de junio de 2011

Mamá yo quiero ver la última de Harry Potter


Por 70 euros, me compro un ticket que me vale para todos los transportes públicos en Berlín durante un mes. Además los fines de semana y a diario después de las ocho de la tarde, puedo pasar a un acompañante con este ticket. No está mal. Como tampoco está nada mal el que viva en una casa compartida en uno de los mejores sitios de la ciudad (con tantos bares por metro cuadrado como tiene Triana) y sólo pague 350€ al mes. Puede sonar a mucho, pero no lo es. Además Berlín es barata y tomarse algo por ahí o llenar la cesta de la compra es medianamente asequible e indoloro. Pero los impuestos se llevan casi el 50% de tu salario, la sanidad es privada y se paga por todo lo que te puedas imaginar, incluido por tener ciertos aparatos electrónicos, como una radio o televisión.  Porque claro, Alemania es un país social demócrata.

Y encima, como a uno le gusta leer pues se quiere comprar libros y como a uno le gusta la música quiere escuchar los nuevos temas de los grupos que le motivan y ponerlos en el mp3 para ir al trabajo con alguna alegría en el cuerpo y como a uno le gusta el cine, quiere ver las novedades de la cartelera. Pero los libros cuestan una pasta, la música un riñón y el cine un ojo de la cara. Dios hizo a Eva con una costilla del hombre y la Warner hizo su imperio con los huevos de miles de espectadores, que se los dejaban en las taquillas al pagar su entrada y al invitar a la cita del sábado noche. Y en Alemania, el youtube no funciona como en España. Cada vez que alguien cuelga una canción o un vídeo en facebook y le doy para verlo, me sale un mensaje diciendo que tiene copyright y que el país donde estoy no permite que lo vea.
Al mismo tiempo, los cantantes se compran islas, los actores se compran aviones y barcos y los escritores… bueno, los escritores los pobres ya tienen bastante con vivir de lo que producen, que les lleva años en la mayoría de las ocasiones. Pero el ciudadano de a pie se ha de joder. Porque la cultura se ha vuelto inaccesible. Sólo los que llegan holgadamente a final de mes se pueden permitir ver la última de Harry Potter (8€), el comprarse lo último de Russian Red (15€) y el leer el último de Sampedro, Cuarteto para un solista (17€). Es decir, que en una semana cultural, que me recuerda a esas semanas blancas que teníamos en el instituto, te puedes gastar 40 euros sin esfuerzos. La peli te dura una hora y media, el disco, si te gusta y no es uno de esos timos en la que sólo la canción que suena en la radio está bien y el resto es una mierda, dura más y el libro, un par de semanas.

Hay gente que se indigna y dice: mira chavalín el dinero éste lo va a pagar Ramoncín y se descarga hasta la portada de los discos y las pelis ni te cuento. Yo lo hago y en este país no se andan con chiquitas. A mí me gusta el cine pero no puedo permitirme el pagar 8€ cada vez que quiero ver una peli nueva o 10€ cada vez que quiero comprar una que no es tan nueva. El arte es expresión y la expresión se nutre de las experiencias que el resto, los que pagamos luego por adquirirlas, aportamos. Si es cierto el discurso que los artistas dan de que ellos sólo quieren compartir su arte con los demás, los precios deberían ser más asequibles si no gratuitos. Algún día espero poder publicar una novela y mi sueño sólo será el que pueda vivir de ella (sin yates, sin jets, sin caviar, sólo sustentarme con dignidad) y que muchas y muchos la lean.

Toda esta reflexión viene a el blog de Isaac Rosa, en el cual ayer decía como se usan palabras como “desmantelar una cúpula” refiriéndose a Anonymus o el grupo de activistas que liberaron animales destinados a una peletería. A través de la elección de palabras usadas en los artículos, se comparan a los de la ETA y su cúpula con esta gente que mejor o peor sólo lucha por ciertos derechos y que no mata a nadie, sólo jode a Telefónica o a las compañías de abrigos de visón. Hoy he leído este titular en otro de los periódicos magníficos de nuestro país, La Razón: “Desarticulada una red internacional que distribuía películas por Internet”. Increíble, ¿hacían eso? Por un segundo creía que era una red internacional de contrabando, de pederastas, de traficantes de órganos humanos o una red internacional de tráfico de mujeres. Pero no, es algo peor: una red internacional de acceso a la cultura.
  

2 comentarios:

  1. Hola Antonio. Como siempre felicidades por tu artículo.
    1. Lo que comentas de la sanidad es curioso. Precisamente tuve una conversación en torno a este tema con una amiga mía berlinesa, que vino a visitarme a Sevilla, y con mi amiga María quién reside en Landshut (cerca de Munich) desde hace algún tiempo. María mostró un punto de vista muy cercano al tuyo; sin embargo, mi amiga alemana se mostraba muy conforme con el funcionamiento de la sanidad. También tengo otras amistades en Alemania que expresan un nivel similar de satisfacción. ¿Es posible que los alemanes y extranjeros residentes en Alemania tengan diferentes percepciones en cuanto al funcionamiento estructural del país?
    2. A esta amiga alemana de la que te hablaba le mostré el Spotify y se quedó alucinada.
    3. Leo a Isaac Rosa casi todos los días; me gusta su blog. Lo que no me gustó del artículo al que haces referencia, es que me dio la impresión de que trataba de minimizar la gravedad que tiene atacar las creencias de los demás (mencionaba las "protestas" de cierto colectivo ante una capilla universitaria). Hay que crear espacios de convivencia en los que todos tengamos lugar.
    4. "La razón" y "Público" son igual de magníficos.
    5. Si escribes una novela seré de los primeros en comprarla.
    Un fuerte abrazo y gracias por compartir tus puntos de vista.

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  2. Gracias por los comentarios, Felipe. Cada día veo más necesaria esa(s) cerveza(s) con las que podemos mojar nuestras distintas formas de interpretar algunas cosas y donde poder encontrar también puntos en común.
    Hasta entonces cuídate mucho y a seguir en la constante crítica de lo que nos acontece.

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