jueves, 14 de julio de 2011

Espero no ponerme muy moreno que me avían


En unas horas me voy a Ruanda. Es por eso que lo que escribo lo escribo tan tarde, de madrugada, faltando a esa puntualidad diaria de la que vengo presumiendo en los últimos meses. Pero no pasa nada. A más de una le gustaría decir que aunque tarde mucho tiempo, siempre acaba llegando.

El caso es que vuelvo a África después de dos años y lo hago viajando a una región que por casualidad –cuando estudié la guerra de Bosnia– se cruzó en mis estudios y me horrorizó al descubrir otro matiz más de esa capacidad que saca el ser humano a pasear de vez en cuando, de hacer auténticas barbaries. Pero lo hace en todas partes del mundo porque no hace mucho que en Canarias un tipo le arrancó la cabeza a una mujer y se paseó con ella durante un rato hasta que alguien cayó que no eran ni los carnavales ni Halloween. En Ruanda se dedicaron a matar gente por ser de otra etnia y al carajo. En unas cuantas de semanas todos despachados. Con la ONU delante, sin hacer nada. Pero la ONU aprendió la lección. Y la aprendió tan bien que al año siguiente la repitió en Bosnia.

Me voy a Ruanda y me trae recuerdos de África, especialmente de Etiopía y de los dos años que pasé allí. “¿Dónde trabajas?” Le pregunté a una chica una noche en una fiesta en Adis Abeba. “En USAID”, me contestó. USAID, para aquellos que no hayan escuchado nunca hablar de esta organización, es el brazo de los Estados Unidos que usan para hacer desarrollo. O eso dicen ellos. USAID es un tentáculo terrible del gobierno de los Estados Unidos para mantener en la miseria a los que ya lo están y seguir ellos pillando tajada. “¿USAID?” Hice de eco en mi pregunta. “Pues trabajas en una mierda de organización”. Le solté sin más, con esta boca de buzón que me sale de vez en cuando. Ella me miró confundida unos segundos y luego me contestó sonriendo: “Ya lo sé”. Y nos hicimos amiguitos. Sobre todo cuando me dijo luego que era de Illinois, cuna de Hemingway.

Todo esto viene –no creáis que desvarío así de pronto– por la noticia que he leído hoy, precisamente hoy (aunque el artículo es de febrero), sobre Ruanda. El titular dice: “Ruanda esterilizará a 700.000 hombres con dinero de Estados Unidos”. ¡Hala! Esta gente se pone a cortar y pierde el criterio. ¿700.000? Vaya pasada, ¿no? Con la suerte que tengo, lo mismo me pillan por el medio, yo que siempre me pierdo allá donde voy, y me desgracian de por vida. ¡Qué disgusto! Aunque traer otro Antonio al mundo es para pensárselo, no te creas.
Bueno, volviendo a la noticia, la cosa es que esta campaña viene promocionada por USAID, cuyas leyes van contra el aborto y las esterilizaciones. Menos mal, que si no salían por la calle machete en mano cortando churras. Pero por supuesto lo hacen para prevenir el SIDA. Yo que soy un catetillo, busco los métodos de contagio y encuentro lo siguiente: “el virus se encuentra en personas infectadas principalmente en la sangre, el semen, en las secreciones vaginales y en la leche materna. Puede ser trasmitido a otras personas a través de heridas, pinchazos, heridas en la piel, mucosa vaginal o mucosa anal.” Yo creía que la vasectomía es dejarte sin espermatozoides no sin semen y además si el SIDA se puede transmitir por la mucosa vaginal y por la anal, se me ocurren un par de posturas (por no decir decenas) con las que el SIDA se puede contagiar, por mucho que dejes estériles a poco menos del 10% de la población ruandesa.

Cada vez entiendo menos estas políticas aplicadas a África. Unos que no se pongan condones y otros que se queden incapacitados para dejar embarazada a nadie. Unos que mueran a chorros y otros que no tengan descendencia. ¿A ver si el mensaje va a se otro? ¿A ver si es que hay varios sectores que piensan que hay muchos negros, que ya va siendo hora de ponerle trabas a la superpoblación para que las riquezas de unos cuantos no corran peligro? ¿A ver si es que el blanco Ariel (Aria dirían otros) gusta más? Llamadme raro pero yo he crecido con dos premisas a las que me quiero mantener: todos somos iguales y el negro pega con todo.

En cinco horas sale mi vuelo a Ruanda y sólo espero poder disfrutar de lo que la capital, Kigali, me enseñe. Y me da igual el color que traiga, los virus que por desgracia se hayan colado y las ganas de churumbeles que tenga. Vuelvo a África y estoy deseando porque, pese a los que unos y otros nos quieran decir, ese continente tiene algo muy especial. Y eso no se puede cortar en quirófano.    
 

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