sábado, 9 de julio de 2011

La vida te da sorpresas


El año pasado por estas fechas estaba en Albania, con muletas, una escayola hasta la rodilla, cagándome en todos los muertos de la montaña donde me torcí el pié y donde un huesecito de mierda se me partió como si fuera el de un pollo. La final del mundial la vi postrado en el sofá de la casa donde me estaba quedando y sin poder saltar cuando Iniesta hizo que se callaran todos los holandeses karatecas contra los que jugaba.
Mi amigo Ángel vino a visitarme y yo, siguiendo los consejos del médico de guardar reposo para no cargarme el pié para siempre, decidí irme de gira balcánica a Montenegro y a Serbia.   

Este año no tengo muletas ni escayola pero Ángel se ha decidido de nuevo a venir a revolverme mi rutina berlinesa y nos hemos venido a Budapest. Así, de pronto. De fin de semana. Llegamos, nos vamos a uno de estos hostales hechos para los trotamundos donde nada más llegar la chica que tiene que recibirnos nos dice que esperemos, que está fumándose un cigarro. Luego viene a enseñarnos la habitación –que resulta ser un apartamento en un edificio distinto– y nos dice que ya que iba a salir sacaba a los perros. Y ahí va esa chica, tirada por los perros que como dice Ángel parecía que iba haciendo ski acuático. El sitio está muy bien pero decidimos irnos. Son las siete de la tarde y nos echamos a la calle cual toro en San Fermín. Ya en el primer bar me doy cuenta de que no estoy en una ciudad normal. Un jardín en un edificio que es un hostal para gente joven con las habitaciones dispuestas como si fuera una casa ocupa y vendiendo cervezas de medio litro a un euro, no es normal. Ángel me ve con la cara de un niño ilusionado y me dice que hay más sitios que ver, que me conoce y soy capaz de enredarme allí. Le hago caso, tenemos un mapa que nos han dado en el hostal donde sólo te indica los bares de la ciudad y te enseña a decir en húngaro frases tan útiles (y no miento) como: “¿follas en la primera cita?”, “bonito pene” o “más duro, más rápido, ahora”. Todo frases prácticas. Movemos ficha y entramos en un bar que no era un bar, era un sueño. Seis barras entre terrazas, bar de coktails, otra para shishas, cervezas varias y un sinfín de copas. Un ambiente cojonudo, a más de treinta grados y con unas ganas de dar guerra increíble. “Voy a pedirle a esas dos que nos echen una foto”, dice Ángel mirando a unas chicas que estaban sentadas en un potro de gimnasia que había allí puesto. “Pues lo mismo son españolas”, le dije. Y sí lo eran, sí. Y con ellas nos cambiamos de bar al rato y entramos en un pub subterráneo donde conocimos a Adan, un pavo que decía que podía aprender chino en cinco meses y que no se sentía muy contento con su español (que rayaba la perfección) porque no entendía a los de Murcia cuando hablaban. Adan soltó perlitas como: “Budapest es como un viejo amigo con el que no te llevas bien pero al que amas” o “Eso es como pescar en la oscuridad”. Nos habló de Carmen Maura, de Gabriel García Márquez, de su ex, canariona, de sus visitas a Barcelona y de su mejor amigo que es “un putero”. Era increíble saberle tan conocedor de nuestra cultura. En un momento de arrebato le dije: “mira si conoces a Alfredo Landa y a Gracita Morales te pongo un piso”.

De pronto una de las chicas dijo que eran las tres de la mañana, que luego se convirtieron en la canción de Sabina y nos dieron más horas entre risas y copas, disfrutando de la casualidad de habernos encontrado y de haber parado en el bar donde trabaja la novia de Adan. Que me perdonen las hormigas del mundo pero esto es lo que me hace a mí seguir en este mundo loco del que cada día entiendo menos.


2 comentarios:

  1. Por un momento me imagino la cara de Ángel, pues la primera vez que salió hacia tierras asturianas era lo más parecido a los comic de ¿Dónde está Wally? Mochila al hombro me desapareció en el anden de Santa Justa.

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  2. Con esa misma cara te lo devuelvo hoy, que se marcha de Berlín, tras una semana estupenda, como siempre. Un abrazo, Alquivir.

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