domingo, 17 de julio de 2011

La venganza del mosquito acuático


A las seis de la mañana me he despertado. Sin más. Sin ninguna máquina molesta que me pite en el oído, sin nadie que me haga arrumacos o me de un codazo, y sin la voz de nadie gritando mi nombre. Yo que siempre presumo de ser un profesional durmiendo, hoy me he adelantado al despertador y me he puesto en pie aun sabiendo que el día se presentaba largo e intenso.
He comprobado feliz que había logrado pasar la noche bajo los límites de la red anti-mosquitos con lo que mi piel se desperezaba con sólo las heridas de la aviación de la madrugada anterior. Me he metido en la ducha y he dejado que el sueño se me escapase entre los dedos y la espuma del champú, pensando en la charleta que tengo que meterles mañana a un grupo de hombres y mujeres que bien podrían ser mis padres, la mayoría de ellos.
Me empiezo a vestir y me veo una roncha en el cachete izquierdo del culo. ¿Cómo coño puede ser? ¿Cómo carajo puede haberme picado un mosquito mientras me estaba duchando? Y me parece escuchar una risa entrelazada con el batir de unas alas de insecto y miro y veo a un mosquito mirándome descojonado llevando gafas de buceo, tubo y aletas. Intento matarle pero me esquiva y me desaparece por la puerta del cuarto de baño haciéndome antes una peineta en toda regla. ¡Será cabrón! Y se me suma otra magulladura de guerra al mosaico que llevo desde que llegué a Ruanda.

A partir de ahí, casi doce horas de trabajo. Gente hablando, exponiendo, comentando, proponiendo y yo haciendo de las mías y escribiendo lo que me quedaba de la presentación para mañana, el acta, algún que otro comentario en el Facebook y un breve saludo en el skype, buscando fotos en Internet y contestando a alguna pregunta suelta sobre medios de comunicación. Eso es ser multitarea y no a cocinar mientras se habla por teléfono. ¡Aficionados!
Pero a mitad de sesión de curro me acuerdo de que me están limpiando la habitación y me he dejado el dinero encima de la mesa. Escarmentado después de que en Etiopía me robaran 1000€ de la casa, fui a la habitación temiendo que me hubieran limpiado demasiado bien.  Así fue. Al entrar en el cuarto veo que hasta me han sacado la ropa que tenía aún en la maleta y me la han colocado en el ropero y las camisas en las perchas. A mis padres les limpiaba una chica a la que le cogieron un cariño tremendo y les acabó robando hasta el anillo de boda. A mí una chica que no me conocía de nada he había hecho lo que ya ni mi madre me hace cuando voy a visitarla. Una buena lección, sí señor.  

A las siete y media nos vamos a un restaurante pijo a cenar y me viene un flashback de Etiopía donde reconozco en seguida la clase de sitio donde estoy. Es el tipo de lugar donde Joselito, Pedro y yo íbamos a cenar antes de ponernos ciegos a gintonics o el sitio donde celebraba aniversarios con Kiki o donde Sam, Michael y yo nos dábamos algún homenaje de vez en cuando. Y era Addis pero no, era Kigali y posiblemente sería Kampala o Maputo o Ciudad del Cabo. Y por si me quedan dudas de que siempre en África hay sitios donde uno se puede evadir y volver a las comodidades europeas durante unas horas, llega un grupo de chicos y chicas que nada más verlos digo: “de la madre patria”. Y se pusieron a hablar de no sé qué coñazo sobre ciencia y del embajador de España en Laos. Me he quedado atrapado en un bucle espacio-temporal.

Son las once y media y estoy en la habitación del hotel. A salvo de los bucles pero con el Barón Rojo y sus colegas esperándome enganchados a cada pared, a cada rincón, a cada mueble. Escondidos, agazapados, silenciosos. La red me podrá liberar otras cuantas de horas pero estos hijos de puta nunca duermen y mañana me estarán aguardando con el café y las tostadas o bueno, yo seré su café y tostadas. Me resigno. Acabo de escribir estas palabras, me fumaré el único cigarro del día y me meteré en la cama para dormir otras cinco o seis horas antes de mañana tener mi día de maestro Piñones, que no sabía de nada y daba lecciones.   

2 comentarios:

  1. A ver si comienzas a regalar algún detalle de Ruanda, de sus formas, sus gestos, de la gente. Aprovecha el nuevo contexto para contar menos sobre ti, los bares y tu trabajo, que sé que te encantan. Anda, no seas egocéntrico, no te vuelvas jaén, y habla de tus tropiezos con la cultura de allí, qué te ha hecho reir y qué te ha desesperado.
    Lo de los mosquitos tómatelo en serio. No sé cómo anda la malaria por allí, dale conversación a algún médico o un cooperante que te encuentres, por si saben algo.
    Y ya te vale con el dinero. Guárdalo bien que tienes que comprar semillas y/o especias.
    Eso sí, y eso no dejes de reflejarlo, te lo estás pasando bien. A disfrutar.

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  2. Siento aburrirte con mis cositas pero no dejo el hotel, no paseo por la ciudad y quitando lo que explique el primer dia del mercado y el memorial ademas del restaurante de anoche, no he visto nada y como siga asi creo que asi me quedare, por desgracia. No seas tan duro, que yo soy el primero que me quisiera poder narrar como es esto.
    En cuanto a las semillas, mi jefe las ha tirado asi quwe intentare volver al mercado el viernes antes de irme.
    Esto es curro no turismo y curro con alemanes es curro de 12 horas como ayer. Asi esta el patio.

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