jueves, 28 de julio de 2011

Un artículo, una conversación y un chiste


Hoy he leído un chiste bastante curioso. Un niño de tres años se estaba bañando y mirándose los testículos le preguntó a la madre:
–Mamá, ¿es éste mi cerebro?
La madre, con un sonrisa, se limitó a contestar:
–Todavía no.

Más tarde, me he encontrado con un artículo en el que se explica y razona con multitud de detalles, pruebas y empirismos que, el buscar y ver porno en Internet atrofia el cerebro del hombre (asume el artículo que las mujeres no son consumidoras de porno, lo cual no se aleja demasiado de la realidad, ya que muchas están ocupadas interpretándolo, otras sólo lo ven con sus parejas y el resto no sabe no contesta).
Yo ya he comentado alguna vez que estoy tan caliente y tengo una imaginación tan vivaz que apenas recurro a este pasatiempo de buscar en Internet excusas para tocarme. Yo soy como Sabina y me sobran los motivos. Pero tampoco voy a tirarme el farol y buscar he buscado, como también conozco un par de paginitas repletas de señoritas ligeritas de ropa, tabúes y grasa. Es por ello que puedo comentar lo que el artículo dice y me parece que tiene bastante sentido (por eso viene en La Razón).
El argumento detrás de un titular como éste: “La última batalla feminista: el porno daña el cerebro masculino” es que cuando el hombre se harta de ver porno, luego lo demás, lo real, le aburre, le parece una mierda y lo único que quiere es someter a la mujer a que haga lo que esas mujeres hacen en las pelis que ve. Es muy comprensible y tentador. Contorsionistas del placer agarrando febrilmente cada centímetro de tu cuerpo, haciéndolo vibrar y explorar nuevas dimensiones dentro de la lujuria, provocando el escándalo en la ley de la gravedad, probando el néctar del pecado más libidinoso en copa de piel, sudor y turgencia. Es normal que uno quiera en la cama una mezcla entre el Circo del Sol y el vídeo de Pamela Anderson en su lancha motora. Pero los hombres no podemos limitarnos a tan banal aspiración, como tampoco las mujeres pueden esperar que cada vez que se acuestan con un tío, éstos sean capaces de hacer el helicóptero, duren 90 minutos de reloj y la tengan como Nacho Vidal. Lo que pasa es que ellas son realistas y nosotros unos pajilleros.

Esto me recuerda a la conversación que he tenido hoy del tema con mi amigo Pedro, el periodista (mi otro amigo Pedro es cura y no hablamos de estas cosas). Me ha dicho que va a estar en Málaga cuando yo y estábamos pensando en vernos. Ha amenazado con traer a una prostituta ucraniana si no le encuentro una chica.
–La traigo de Puerto Parrús –me dice.
–Pues tráete unas cuantas si eso –le contesto. –Puede estar divertido, pero no tienes pelotas.
–Ya me conoces, no me provoques.
Y lo vuelvo a decir aquí: no tiene pelotas. Porque si aparece en Málaga con una rubia de dos metros ucraniana no voy a parar de hacerle preguntas sobre su profesión, sobre los salidos con los que se acuesta, sobre si los hombres que ven mucha porno están descerebrados y sobre si es verdad que cuando te haces mayor piensas con las pelotas.       

Yo sigo pensando lo mismo y me aferro a mi teoría. Para todo lo que implique una actividad social del tipo que sea –amigos, diversión, sexo, amor y entretenimiento variado–, sólo una canción, una frase, un sitio: bares. ¡Qué lugares!

No hay comentarios:

Publicar un comentario