sábado, 16 de julio de 2011

Hay que venir al Sur


Cuando al entrar en mi habitación anoche vi colgando del techo, sobre la cama, una red anti-mosquitos, me vinieron a la cabeza millones de noches de insomnio. No lo dudé. Le desaté el nudo que tenía, me metí dentro y a dormir como un bendito. Esta mañana me he despertado con el dedo gordo de la mano derecha fuera del halo de protección. Tengo siete picaduras que así lo testifican. Ya lo dije una vez: por dentro estoy buenísimo. Mi sangre ha de ser el Brad Pitt de esta gentuza que me va a desangrar en la semana que me espera.

Hemos desayunado en el jardín del hotel, con el sol apacible de la ciudad, que nos ha dejado desperezarnos a nuestro ritmo, mientras se unían a nosotros Dao, el representante de Mali –un hombre sincero, amable de abrazos generosos– y Michael, etíope, con el que he conectado al momento, hablando de Adis y de los sitios y amigos que tenemos en común. Luego, hemos decidido ir al memorial que han hecho del genocidio del 94. Un sitio de una fuerza desgarradora con una historia que contar de las que te indignan y sobrepasan sobremanera y que sin duda no te dejan indiferente. Pero al mismo tiempo admiras la valentía y el buen hacer con el que han montado el recordatorio, así nadie se olvida de lo que pasó, de las causas, de los porqués, y con ello hay más posibilidades de que no se vuelva a repetir. Eso espero. Después de ver la foto de un bebito con un machetazo en el cráneo, uno se pregunta en qué mundo estamos viviendo y qué estamos haciendo tan mal como para llegar a esas atrocidades.

Para calmar ánimos, hemos ido a comprar frutas al mercado. Un paraíso de mangos, papayas, avocados, maracuyás y demás variedades que te vendían por un euro el kilo. Los blanquitos han sido la atracción y la gente no ha tardado en rodearnos ni las mujeres en esconderse al verme aparecer con la cámara. Al final le he cambiado a una tendera una foto por un kilo de una fruta que se llama tomates de árbol. Muy rica. La fruta. La foto, de postal, como las que se pueden hacer en un mercado africano, allá donde se vaya, porque como mi compañero de Mali ha dicho en un arranque de espíritu crítico: “visto un mercado en África, vistos todos; es culpa de la globalización”. Yo me he reído con el comentario, mientras intentaba explicar en inglés, francés marciano (como diría mi amigo César) y el universal idioma de los signos, que necesitaba semillas para llevarme de vuelta a Sevilla o Ramón y Cristina no me iban a dejan entrar en casa a ver a Lola. No ha habido mucho éxito pero tengo planeado quedarme con las semillas de las frutas que hemos comprado. A ver cómo me las apaño.

Ahora de vuelta a la habitación, tras comerme –después de esperar una hora de reloj– un pollo que murió de muerte natural y era imposible comerse. Menos mal que he encontrado el gran talismán de Ruanda: Primus. Es la cerveza local que se compra en botellas de 72cl. Una locura. También muy rica. He vuelto a África y se nota. Hasta el humor me ha cambiado. Espero que me dure toda la semana, con lo que se avecina.

Acabo con un recuerdo, alusión al anuncio aquel de los 80 en que un camarero le preguntaba a la familia si al niño le ponía una Mirinda y decían “no, el niño ya ha mirindao”. Bien, la versión de Ruanda es la de dos amigos que van a un bar y preguntan: “¿Me pone una cerveza?” Y el camarero contesta: “¿Primus?” Y uno de ellos responde: “No. Sólo amigos. Pero ya nos habían dicho antes que nos parecemos”.      

2 comentarios:

  1. Podía ser la repuesta, "no, sólo amigus, pero nos parecemus".
    Deja secar las semillas sobre un papelito y al sol si puede ser, pero cuidado con el viento, con los pájaros y otros interesados en estropear tu primer intento de reproducción asistida.
    Me gustaría estar por ahí, con algunos de aquí. Sigue intentando, eh? Puedes preguntar también por especias... je, je!

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  2. Conservación de la semilla. Extender sobre una superficie poco adherente, evitar el papel aunque no importa pero da más trabajo, esperar que se oree, separar lo carnoso de la pipa, una vez bien seca conservarla hacer posible en cristal, papel de aluminio, y en últimas papel normal. Un abrazo

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