miércoles, 6 de julio de 2011

Un mundo ideal


Anoche tuve un sueño. En el sueño veía que la gente tenía voz, tenía voto y no era echada de las plazas y de las calles a golpes y gritos de desprecio. Soñé que los políticos se tomaban en serio lo que el pueblo necesitaba, lo que el pueblo –al cual al fin y al cabo han de servir– esperaba poder conseguir con el ejercicio de sus derechos democráticos. Soñé que nuevas iniciativas, legales y sociales, eran decididas por sus beneficiarios, por aquéllos que las van a vivir o a sufrir. Soñé que los bancos eran un negocio más, sin influencias ni potestad sobre la gente, ni sobre los gobiernos, ni sobre los mercados. Soñé que el mundo no estaba perdido en la búsqueda por encontrarse; soñé que había esperanza.

Entonces me desperté y me encontré con noticias preocupantes como la del desalojo en Mallorca o como la corrupción en la SGAE o las ganancias del Santander o el debate del estado de la nación, o la intención del gobierno catalán de multar a los que compran cds a los inmigrantes que, dejados de lado por una ley xenofóbica, se ganan la vida como pueden y les dejan. Y el sueño se borró, se deshizo como un terrón de azúcar al caer en el amargo café de la mañana. Y yo me deshice con él. Me sentí menos ciudadano, menos parte de un todo, menos grano de arena en este mundo. Me refugié en los deportes, siempre lisonjeros y agradables, pero Nadal había perdido Wimbledon y el número uno, Casillas iba a dejar ser capitán del Madrid, Contador no acaba de enderezar el Tour y Alonso no puede hacer más con su Ferrari. Un desastre. Así que acudí a la cultura. Se estrena Transformers 3 (¿es que aún no se han enterado en las otras dos lo mala que es?), Antonio Gala tiene cáncer y Victor Manuel, posible futuro presidente de la SGAE, defiende lo indefendible porque el abuelo fue picaor.

Todo parecía imposible, la tierra comenzaba a agrietarse bajo mis pies cuando llegó a mis manos la noticia: “Islandia usa las redes sociales para redactar su Constitución”. Coño, ¿cómo es eso? ¿La gente decidiendo qué reglas son a las que quieren someterse? Eso sería como si a un partido político le diera por preguntarle a la gente cómo creen que debieran enfocar sus políticas. Y entonces leo esto: “Izquierda Unida convoca a la ciudadanía para elaborar su programa electoral”. No me lo puedo creer. Pero nada de esto será eficaz, medito, si no hay una verdadera intención de cambio, también económica, por parte del gobierno. Y es ahí cuando leo: “Gómez secunda a Rubalcaba y propone impuestos 'especiales' para los banqueros”. No salgo de mi asombro. Ahora sólo queda que me digan que se aprueban leyes de verdad y se deja de especular sobre los temas que nos interesan a todos. Y me topo con otro titular que reza: “El Gobierno ha decidido anular el canon digital” y salgo a la calle henchido, con todas las alarmas de cambio sonando por doquier. Vuelvo al entusiasmo, a sentir que otra realidad es posible, que no está todo perdido, que hay gente en la lucha y ya algunos pasos se están dando, se están consiguiendo.

 Es por eso que, por mucho que me pese, he de contradecir a un clásico y creer profundamente que no, que los sueños no sólo sueños son.

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