domingo, 10 de julio de 2011

Nos vemos en los bares


Hay muchos tipos de turistas. Uno es el que parece enfrentarse a una contrarreloj cada vez que el barco, avión, coche o autobús en el que llegan a un sitio, los deja sueltos y libres para explorar. Mapa en mano, cámara compacta en la otra y un recorrido mental que hacer, se lanzan a invadir museos, monumentos, parques, montañas, castillos, avenidas, galerías y todo tipo de rincones que tenga el lugar en cuestión. Yo no soy de esos. Nunca lo he sido y no voy a empezar ahora.
El segundo tipo es el turista accidental. Es aquel que por alguna coincidencia o circunstancia se ve en una ciudad que no es la suya y le importa un carajo que sea Tokio o Cuenca. Se mete en su hotel y que le den por culo al mundo. Estos suelen tener mucho que ver con hombres de negocios en general.
Luego existe el tipo como el que se me acercó anoche, en un bar de Budapest. Me explicó que llevaba 20 años estudiando guitarra flamenca y que quería irse de allí a Andalucía en tren. “Pues espero que tenga aire acondicionado”, le dije. A los minutos me preguntó: “¿Sabes dónde puedo tener sexo por aquí?” No sé si es que llevo escrito en la cara algo así como: soy un pervertido y trafico con todo tipo de drogas, pero estas preguntas me persiguen allá donde voy. Le dije al buen hombre, un iraní, que no tenía ni idea dónde podría desahogarse, a parte de en la soledad de su dormitorio.

Pero yo me quedo con el turismo que Ángel y yo practicamos, el que queremos convertir en moda, en algo que la gente pueda hacer sin complejos ni preocupaciones de que se dejan cosas atrás. Ése es el turismo por bares. Mientras recorríamos a las tres de la tarde, a 38 grados, el camino que nos llevaba a la cima de una montaña donde se podían apreciar unas vistas muy hermosas de la ciudad y desde donde se podían hacer fotos estupendas de esas de película, Ángel, empapado en sudor y sin camiseta, como yo, me decía: “¿Y para qué coño queremos ir hasta tan arriba si hay postales con lo mismo que vamos a ver?” Y nos reíamos, derritiéndonos bajo el cruel y nada misericordioso sol húngaro, intentando entender qué es lo que nos mueve a verlo todo. “No, no, Antonio. Eso no es así. Hay cosas que te cambian la vida, que merecen la pena verlas, que son especiales y maravillosas”, dicen algunos. Yo pienso en los canales de Venecia, en el Bósforo de Estambul, en el reloj de Praga, en la arquitectura caótica de Sana, en las gigantescas iglesias excavadas en roca de Lalibela, en la Sagrada Familia de Barcelona, en el aire de la brisa del Guadalquivir cuando vuelves a casa de madrugada, en el monumento a los judíos en Berlín y en mil cosas más, bonitas para algunos, exóticas para otros, pero vivencias al fin y al cabo. Pues bien, todas estas experiencias, tienen una cosa en común: las tuve estando de copas. ¿Por qué no? Es en los bares donde se conoce la cultura y cómo la gente funciona en una ciudad. Y no te impide ver y descubrir sitios mientras vas de un lugar a otro.

Yo voto sin duda por un turismo de experiencias –a cada cual las que más les llenen–, de andaduras y aventuras, de anécdotas, de risas y de muchos encuentros. Voto por hacer amigos y no fotos, por romper vasos y no sandalias, por echar de menos abrazos y conversaciones, no piedras, arcos, cúpulas y arbotantes. Y si me preguntan “¿has visto…?”, lo mismo he de responder que no, porque no me ha dado tiempo. Pero replicaré: “sin embargo, me encontré con un bar que tenía una lechuza gigante con grandes tetas y ojos amarillos, mientras a su lado, una legión de conejos se escapaba corriendo por las cuatro paredes del local”. Y seguro se quedará tan perpleja o perplejo ante la imagen de algo así como Ángel y yo nos quedamos al verlo.

Donde sea, cuando sea, pero nos vemos por los bares.    

5 comentarios:

  1. Igual estás mezclando tu filosofía de vida con el turismo. Y cuidado con las teorías que son siempre arriesgadas, ¿eh?

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  2. Evidentemente mezclo mi filosofái de vida con todo lo que me rodea. Y Nomar, lo arriesgado es no tener teorías. Un abrazo y gracias por los comentarios.

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  3. Nomar no hay de qué por los comentarios11 de julio de 2011, 2:30

    Hombre, a la hora de intentar tener una visión de lo que a uno le rodea, igual hay que procurar dejar la filosofía propia a un lado. Igual que un cristiano tiene que dejar de serlo un poquito para comprender a su hermano musulman. Después cada uno tendrá su filosofía propia.
    Una cosa es vivir con filosofía, y eso es bueno, y otra es que tu filosofía arrastre todos tus pensamientos y percepciones.
    Y sobre el riesgo... ahora corren tiempos de calificaciones de riesgo, de agencias de rating y esas cosas, riesgo tan subjetivo y tan adaptable a los intereses de uno. Pero una cosa es ser consciente del riesgo de las teorías, que es a lo que yo animaba, y otro desechar la proposición de cualquier teoría, lo que yo nunca sugerí.

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  4. Siento decir que no estoy de acuerdo con lo que dices. Es absurdo pensar que tus pensamientos y lo que percibes no está empapado en lo que eres o piensas. No existe la objetvidad como tal y en eso la cultura que hemos mamado es la que manda, aunque se puede entender y aplicar desde un ángulo intercultural, lo cual ya sería un ángulo.

    Además esto es un blog, no una enciclopedia, con lo que no intento describir ni referirme al mundo tal como es sino como yo lo veo. No soy tan pretencioso como para decirle a nadie lo que las cosas son, sino lo que son para mí.

    En cuanto a las agencias que mencionas... son una panda de manipuladoras, engañabobos y ladronas que nos han metido en la mierda en la que estamos y que encima pueden decidir sobre nuestro futuro (como Moody). Nada que ver con lo que hablamos aquí, que te vas por las ramas. Yo no pretendo establecer teorías universales de lo que debe ser o no el turismo, sino contar cómo lo veo yo y arfumentar mis razones para ello.

    En fin, todo un debate, ya ves. Me alegro. Cuídate, Nomar. Un abrazo a ti y a los tuyos.

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  5. Estoy de acuerdo que esto es un blog. Por eso mismo creía haber pintado mis palabras con el color de la calma, del sosiego y la prudencia. Por eso puedes ver, precediendo a mis ideas, palabras como "procurar", "un poquito", "intentar", huyendo de imponer ningún tipo de verdad en esto, huyendo de dicotomías, y haciendo suaves comentarios a tus textos. Nunca pensé que esto no fuera un blog, que tuvieras pretensiones de teórico de lo social, ni nada por el estilo.
    Por eso también puedes leer que nunca insinué que fuera absurdo imaginar que las percepciones, por ejemplo, estén libres de prejuicios, ni que sean objetivas, ni nada. Sólo decía que para ver ciertas cosas uno puede desprenderse de otras, de manera temporal, sólo para el momento. Es un ejercicio que, si bien requiere algo de práctica, es bueno intentar de vez en cuando. Como ponerse unas gafas de sol. No hay que llevarlas siempre, pero si queremos echar un vistazo a algo muy iluminado, más cuando tenemos el sol de frente, podemos echar mano de ellas, para un ratito, y ver las cosas con más facilidad. No hay que ser un carajote con las gafas de sol atornilladas al tabique nasal (valga por ello la objetividad), yendo de plató en plató, de sarao en sarao, a las doce del medio día, como a las tres de la madrugada. Pero jugar (por lo de disfrutar haciéndolo) a ser objetivo de vez en cuando, con herramientas para ello, con unas buenas gafas, sí que se puede.
    Así que no te preocupes. Nunca pensé que esto fuera una enciclopedia. Es tu blog. Muy lejano a eso, ja, ja. Las enciclopedias son aburridas. Tu blog no.
    Saludos de los míos.

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