lunes, 4 de julio de 2011

Ratas con alas pero listas como ratones


Cuentan la historia de dos estatuas, situadas una frente a la otra, hombre y mujer, mirándose en silencio de roca, desde la desnudez, durante años y años. Se contemplaban amándose con los mismos gestos, en el mismo silencio, en el mismo infortunio de nunca poder consumar tan intenso calor.
Pero desde el Olimpo, un dios se apiadó de tanto amor y el día que se cumplió el siglo desde que ambos fueron colocados uno en frente de otro, la deidad bajó a darles el más grande de todos los regalos: vida.
–Vuestro amor incondicional me ha conmovido –les dijo. –Es por eso que os voy a dar una hora de vida para que podáis cumplir vuestros sueños.
Dicho y hecho. Ambos salieron del letargo que había tenido huesos, muslos y sangre petrificados por cien años y se fundieron en un abrazo y en un beso que estremeció al horizonte e hizo palidecer a las estrellas.
Ambos, hombre y mujer por una hora, se refugiaron detrás de un arbusto que había cerca del lugar y allí los escuchó el dios pasar el tiempo entre risas, susurros y grititos de placer.
Cuando el tiempo se les acabó, el dios, abrumado por tanta pasión, les concedió otra hora de humanidad, de encuentro carnal. Las estatuas se miraron con ojos pícaros y él le preguntó a ella:
–¿Lo hacemos otra vez?
Ella, excitada, contestó:
–Sí, sí. Pero esta vez tú agarras a la paloma mientras yo me cago encima.

Se me ha venido este chiste a la cabeza al leer un artículo en el que un par de investigadores han hecho un experimento en París en el cual uno se dedicaba a putear a las palomas que se le acercaban y el otro las dejaba tranquilas mientras comían. Los bichos huían asustados del cabroncete que llevaba una bata de un color y se acercaban al que pasaba de ellas, que llevaba una bata de otro color. Lo curioso de la historia es que cuando los investigadores se cambiaron las batas, las palomas seguían reconociendo al toca-pelotas y sólo se acercaban al “bueno”. Esto les ha demostrado que las palomas o palomos, pueden ser ratas aladas o cojos, pero no son gilipollas y se quedan con las caras. Yo iría más allá y diría que se quedan también con las matrículas de los coches y con ciertos tejidos, porque las putas ratas ésas son los bichos con más mala leche del planeta, soltando mierda a diestro y siniestro, como si fueran aviones bombardeando Londres. Son la escoria de las catedrales y las hermanas bastardas de la paloma de la paz (en inglés una cosa es una paloma de las que vemos en los parques –pigeon– y  otra es una paloma blanca, henchida y portando un ramo de olivo –dove), que por muy buenas que estén con arroz, son un coñazo inmenso e innecesario.

Siempre se me viene el mismo pensamiento cuando hablo de palomas. El primer tío que se dio cuenta de que se podían usar para mandar mensajes, ¿cómo coño se apañó para desarrollar un método de adiestramiento que lo permitiera? Me lo imagino en la azotea de su casa con una paloma diciéndole: “venga bonita, ve a la vecina y llévale esto. Si lo haces esta noche el arroz me lo como a la cubana”. En fin, hay gente para todo. Yo después de saber que mi madre enseñó a dos pollitos chicos a dormir tumbados, con la cabeza apoyada sobre una almohada y tapados con una pequeña sábana, creo que todo es posible y que hay gente con mucho tiempo libre.     

2 comentarios:

  1. Mi padre tiene más de 60 palomas en la azotea de la casa en Carmona, por afición. Y algunas pueden costar y venderse por un sueldo, créeme, jeje. Sobre lo del adiestramiento de las mensajeras, te puedo contar el secreto si quieres :)

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  2. joder, vaya berrinche has cogido contra las palomas, "las ratas del aire", como decían los de muchachada. Que sí, que hacen cosas malas, como todo el mundo, como cualquier político español...

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