miércoles, 27 de julio de 2011

Las recetas de la abuela


Cuando en época de colonización, los soldados, exploradores y demás participantes de las pompas británicas de su majestad la reina Victoria, comenzaron a caer como chinches debido a los efectos de la malaria, el personal se empezó a acojonar. “¡Tate!”, dijo un inglés con calcetines blancos y el cuello rojo cangrejo, al ver desplomarse al cocinero sobre… ¿cuál es este plato típico inglés?... ¡Ah, sí! Cuando vio al cocinero desplomarse sobre la bandeja de sándwiches. Sin embargo, este mismo inglés, con chaleco de pescador y bombín de Tintín, era un tipo muy curioso y se puso a investigar por qué algunos se ponían malos y por qué otros no. Preguntó por acá y por allá. Apuntó y analizó todas las rutinas que los hombres de la expedición realizaban a diario. Y al final, un día, halló la respuesta en el fondo de una botella. En el fondo de una botella de tónica. La tónica tiene quinina y ésta previene la malaria, con lo que aquéllos que se hartaban de gintonics, no pillaban la enfermedad. Eso explica por qué no he cogido malaria en los dos años viviendo en Etiopía.
Aún así, en Ruanda no he tomado mi remedio casero y ahora ando resfriado, que es el primer síntoma cuando la malaria aparece. No tengo fiebre, con lo que puede que no sea más que eso: un resfriado producto de las terrazas de verano (por mis cojones verano) aquí en Berlín (esta gente no ha visto el verano ni en la tele). Pero por si acaso, me he comprado una botella de ginebra para poder tomar así tónica, porque sola no me entra. Así da gusto curarse.

Hablando de gusto, me ha encantado toparme con una noticia maravillosa, de ésas que me gustan tanto. Resulta que una buena mujer de la tierra de los canguros, se fue a un congreso o algo así. Tuvo que quedarse unos días en un hotel y una de las noches, decidió darse un homenaje y se subió a un maromo a que le hiciera las veces del consolador, que ya había gastado hasta las pilas del mando de la tele. La muchacha comienza su baile erótico festivo con el chaval de turno y ahí, rozando cuerpos, retozando de lo lindo e intercambiando más que palabras se hallaban cuando una lámpara cayó y le dejó a la mujer la cara bonita, bonita. Putada donde las haya. Lo mismo la tía llevaba sin follar dos meses y cuando al final moja, toma, una lámpara. Hay gente que tiene una idea y se le enciende una bombilla pero a esta mujer le vino de pronto la ecuación de Blotzmann (descubierta en el 2010, pero esta chica tuvo el percance en el 2007. Si no pilláis esta parte no pasa nada, es un toque de humor de ciencias, que nunca me suele salir bien) y con ella Endesa detrás.
Y claro estaréis pensando: joder qué movida, qué historia. Y ya está. Pero no, la cosa no acaba ahí. Lo bueno es que la mujer quiere cobrar daños y perjuicios porque como estaba currando (al estar fuera en una conferencia, no que se hubiera metido a puta) el accidente fue un accidente laboral. El abogado defensor, ante la confusión de la sala, movió la cabeza de arriba abajo, asertivamente, para concluir con esta gran frase: el sexo es un "algo común en la vida", igual que dormir o darse una ducha. Por lo que considera justa la reclamación. Sí señor, con dos cojones.
El fiscal, por otro lado, también ha soltado lo suyo y ha argumentado a su colega (de profesión que no sé si de copas también) con lo siguiente: durante un viaje oficial las personas necesitan comer, dormir y atender sus necesidades derivadas de la higiene personal, pero "no necesitan tener sexo". 
Vamos a ver si nos aclaramos.  Ni lo uno ni lo otro. Ni el sexo es algo común en la vida –y si no que se lo digan a más de uno, que no moja ni magdalenas y mira que las compra él y vive solo–. Ni tampoco hay que llegar a eso de que no se necesita el sexo. Porque necesitarse se necesita, sea cuando uno esté en una conferencia o en casa o con la vecina del quinto o con el perro del del cuarto. Cada cual a lo suyo. Pero el sexo está ahí y picar nos pica a todos y a todas (que yo distingo entre sexos nada más que a la hora de meterme en la cama), con lo que quien sea inocente que tire la primera piedra.

Yo por mi parte, voy a tomarme la receta del doctor muy en serio y me voy a tomar mi ración de quinina, que la noche ya ha empezado a caer y no me gusta hacerle feos a mi tito Gordon’s.  

 

  

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